Éste es el primero de una serie de artículos donde intentaré ayudar a los animales y a los humanos de forma bidireccional. Comenzaremos por conceptualizar la situación actual.

Si preguntáramos a los animales qué es lo que más necesitan ahora mismo o cuál es su prioridad, seguramente responderían: empezar a ser tratados como lo que realmente somos. Empezar a verlos, a nombrarlos y a sentirlos por su esencia real y no por lo que al ser humano le interesa que sean.

En mi opinión como experta en comportamiento humano, pero también como activista dedicada a la protección animal, el objetivo actual debe ser sanar la relación entre humanos y animales, ya que la existente es absolutamente tóxica para ambos. Para ello, lo primero sería el cambio de perspectiva a la hora de mirarlos o tratarlos. Hasta ahora, los animales han sido utilizados por el ser humano como un mero instrumento para conseguir un fin, han sido «cosificados».

Los humanos somos autorreferenciales por naturaleza y dicho tipo de pensamiento comienza desde muy temprana edad. Preguntémonos cómo afecta eso a nuestra relación con los animales. «Tengo perro porque no me gusta estar solo», «disfruto viendo una corrida de toros», «comer carne me da tanto placer que no puedo evitarlo», «es que dos animales dan mucho trabajo»... Todos estos argumentos nacen «desde el yo» y hacen referencia a lo que el humano quiere, le gusta o necesita. ¿En qué lugar quedan los animales si el ser humano siempre tiene prioridad?

¿Cómo podemos relacionarnos de forma sana con otro ser si sus necesidades, sentimientos, gustos o bienestar quedan supeditados a nuestro confort? Partimos de la base de que una relación basada en la desigualdad jamás podrá ser sana. Vamos a empezar a replantearnos, o mejor dicho, por plantearnos nuestra relación con ellos, así como el verdadero concepto y significado de la palabra animal. De esta forma tomaremos conciencia, ya que sólo así podremos empezar a cambiar, para algún día poder llegar a SANAR.

Un animal es un ser vivo que siente, que tienen necesidades y derechos, pero sobre todo, los animales merecen ser respetados, amados y tenidos en cuenta de la misma forma que cualquier otro ser.

Si sembramos la semilla del respeto, crecerá y echará raíces el verdadero amor.