Policías armados, calles cortadas y aceras ocupadas. La vida del centro de Nueva York se está viendo alterada desde que Trump fuese elegido presidente. Porque su torre de Manhattan, en plena Quinta Avenida, se ha convertido en su cuartel general. Vecinos y comerciantes se quejan del tráfico, de los controles de seguridad y del aumento de turistas. Incluso el alcalde, tras reunirse con el magnate para decirle a la cara que se niega a deportar a los inmigrantes ilegales de Nueva York, ha mostrado su preocupación por los problemas que hay a las puertas de la Torre Trump. Pero el caos que se vive fuera también se vive en su interior y está paralizando el traspaso de poderes por la división manifiesta dentro del partido republicano y los abandonos y peleas para formar su equipo de gobierno.