El clima es una bendición en Xàbia. Y atrae inversiones. La dianense Mónica Mascarós y el belga Dieter Roelen, quienes han desarrollado gran parte de su carrera profesional en Oriente Medio, le han echado el ojo a Xàbia. Más que eso. Han apostado por un novedoso concepto de negocio que combina hostelería, salud y ese intangible que se llama felicidad. Ya han rehabilitado una finca de apartamentos que se asoma a la playa de la Grava. También han transformado la planta baja de un anodino y feo edificio portuario en un coqueto bar y restaurante inspirado en los bistrós franceses de los años 50. Además, abrirán un hotelito en el paseo marítimo de la Marina Española.

«Mónica y Dieter se han enamorado de Xàbia. Han decidido invertir aquí porque este pueblo tiene, además de otras cosas, el segundo mejor clima del mundo tras el de Sao Paulo», explicó ayer Pedro Ortega, el director de alimentación y bebidas de The Beach House, que es el nombre del bistró.

Este último negocio está prácticamente metido en el mar. Abrió el viernes a las 12 del mediodía. Y arranca fuerte. «No hemos tenido respiro en todo el fin de semana», indicó Ortega. El chef es Martín Pérez, quien ha trabajado en Hong Kong y París. La plantilla la forman 16 personas.

Pero la transformación de este edificio, en cuya primera planta está el Cala Bandida, seguirá. The Beach House tendrá también un spa y un nail bar (los clientes recibirán masajes y podrán degustar zumos y superalimentos). La terraza será un bar de cócteles y copas, un rooftop, que es el término que se usa en la jerga de la moderna hostelería.

Los empresarios lograron una concesión del Consell para explotar este inmueble portuario. Las primeras obras en la planta baja consistieron en demoler los tabiques que tapaban por completo la visión del mar. Se han abierto grandes ventanales. La vista a la bahía de Xàbia es espectacular. «Queremos que este lugar sea familiar y celebramos la imperfección de la naturaleza. En la decoración y el mobiliario domina la madera [los carpinteros son de Pego], pero trabajada a mano y artesanalmente», precisó Ortega.

Este responsable también destacó que en la cocina sólo utilizan productos naturales y de calidad. Los platos los aliñan con aceite de la almazara de Altura. El pescado es de la lonja de Xàbia, que queda a un paso. Los tés sí vienen de fuera; son de la marca londinense Jing Tea. En la carta, se especifican las propiedades de los superalimentos (chía, maca, acai, cúrcuma, chlorella, guaraná o polen de abeja) que incluyen los zumos y smoothies.

«El concepto es el de slow life. En nuestra cocina, utilizamos productos de proximidad y naturales. Hemos creado incluso un rincón para que jueguen los niños. Este lugar también es para socializar y disfrutar de la vida sin prisas», resumió Ortega.

Es evidente que a Xàbia le ha tocado la lotería con su privilegiado clima. Las inversiones le caen del cielo.