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Benissa

Humildes celdas monacales que renacerán como «suites» de hotel

Desamortizado en 1835 y quemado en la Guerra Civil, el convento franciscano es historia de Benissa

Humildes celdas monacales que renacerán como «suites» de hotel

Los hoteles con encanto triunfan en el casco antiguo de Benissa. Viejos palacetes, como el del Carrer de l'Àngel, renacen como alojamientos turísticos. Pero casi nadie podía esperar que el viejo convento franciscano, fundado en 1612 y cerrado en agosto, cuando la orden se llevó a los últimos cuatro frailes, se subiera a la ola de los hoteles. Una empresa de Benissa ya tiene atado el alquiler con la orden franciscana. El histórico cenobio será un hotel. Las humildes celdas de los frailes se transformarán en «suites». La firma cuenta con experiencia en equipar establecimientos hoteleros.

Benissa se apunta al auge del turismo monacal. Y el gobierno local (Reiniciem, PSPV y Compromís) no le hace ascos. Calificó ayer de «buena noticia» que el convento se vuelva abrir y que lo haga como hotel. Destacó que ese negocio «generará empleo y nuevas oportunidades para atraer turismo». Por tanto, tras más de 400 años de uso eclesiástico, el monumento sucumbe a los nuevos tiempos.

El claustro y la iglesia conventual (el templo no entra en el alquiler y la orden franciscana seglar seguirá realizando allí culto) tienen valor arquitectónico. Los arcos de medio punto y de piedra tosca del claustro son sobrios y elegantes. Pero el resto del interior está muy alterado. A los frailes les ha dado a menudo por la albañilería. Además, de muros para adentro, todo quedó destruido la fatídica noche del 20 de julio de 1936.

El cronista de Benissa, Joan Josep Cardona, autor de la obra El convent de la Puríssima Concepció (1612-2012), publicada con motivo de los 400 años de la llegada de los franciscanos al municipio, describe en pocas palabras la destrucción de aquellas horas: «una turba salvaje y sin control quemó el convento, la iglesia y todas las pertenencias». Los altares, el órgano, las obras de arte religiosas y la biblioteca ardieron. La comunidad había abandonado el monasterio. Pero tres de sus frailes fueron asesinados, el superior Zacarías Ivars, Sebastián Ferrer (era de Pego) y Salvador Mollar (natural de Mislata). El convento fue durante la Guerra Civil hospital militar de las Brigadas Internacionales. El 14 de agosto de 1939 volvieron los frailes.

El saludo de los franciscanos es «paz y bien». Pero la historia no da tregua. El cenobio de Benissa también sufrió estragos durante la Guerra del Francés. Alojó a las tropas napoleónicas. Los frailes, cuando el 23 de enero de 1815 pudieron regresar, tuvieron que arreglarlo de arriba a abajo.

En 1835, la desamortización eclesiástica de Mendizábal también alteró la vida en el convento. La comunidad lo tuvo que abandonar el 9 de septiembre. En 1848, el Estado lo cedió al Ayuntamiento para que lo transformara en escuelas. Y en 1878, el Estado lo volvió a ceder, pero en este caso para que acogiera el primer hospital comarcal de la Marina Alta. Todos esos usos se fueron al limbo.

El 10 de enero de 1888 regresó la vida monacal. Por tanto, el histórico convento siempre ha vivido el signo de los tiempos. Ahora la orden de los franciscanos languidece por la falta de vocaciones. El turismo mueve la Marina Alta. Y hasta las inmutables piedras se adaptan a lo que viene.

El convento, cerrado desde finales de septiembre, renacerá como hotel de aire monacal.

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