La cosa va del espacio. Si en el anuncio de la lotería de Navidad ha aterrizado una extraterrestre, a Dénia han llegado «astronautas». Los trabajadores de la empresa Desamianta, embutidos en trajes que asemejaban de astronauta, retiraron ayer el tejado de uralita (amianto) de la histórica lonja del puerto dianense. Los vecinos se sorprendieron al ver a los obreros tapados de los pies a la cabeza. Llevaban trajes de buzo de color blanco y se protegían el rostro con aparatosas máscaras. Con el fibrocemento y el amianto no se puede jugar. Sus partículas son veneno y altamente cancerígenas. El peligro radica en inhalarlas, ya que se alojan en los pulmones y provocan enfermedades respiratorias y cáncer de pulmón y traquea. Los protocolos para retirar el amianto, que en España está prohibido desde diciembre de 2001, son muy estrictos. El traje de «astronauta» resulta, por tanto, imprescindible.

Los trabajadores fueron introduciendo las planchas de uralita en paquetes herméticos. También señalizaron la valla que rodea las obras de la lonja, que es un edificio de principios del siglo XX, con carteles que advertían del peligro de respirar el amianto. La retirada de este tejado a dos aguas se hacía esperar. El edificio amenazaba ruina. Era una anomalía que, en el puerto, en una de las zonas de más tránsito de peatones y turistas, quedara una cubierta de uralita. El riesgo, por fin, se ha conjurado. El amianto de la lonja es historia.

Eso sí, en los próximos meses los especialistas regresarán a Dénia para llevarse las tuberías de fibrocemento que todavía existen en la calle Sandunga.

Las obras de rehabilitación de la lonja, que suben a 846.293 euros que paga el Consell (son todavía del Plan Confianza), ya podrán avanzar a toda máquina. Se iniciaron a finales de junio. Las lleva a cabo la empresa Binaria. Han estado paradas más de un mes por problemas en la cimentación, que ya se ha reforzado. La histórica lonja de Dénia se convertirá en oficina de turismo y espacio de la memoria. También podría acoger un museo del mar.

Su tejado, ahora liberado de la peligrosa uralita, será uno de los elementos arquitectónicos más destacados del remozado edificio. Translúcido y de cristal, recreará el efecto de estar debajo de las redes de pesca. La centenaria lonja, que es el único inmueble de gestión municipal que queda en el puerto, renacerá con una cubierta abierta al cielo.