Orihuela

Hacía muchos años que el río Segura, a su paso por Orihuela, no presentaba tan mal aspecto, con un caudal apenas perceptible que ha dejado al aire una enorme cantidad de lodos donde, a duras penas, los patos pueden abrirse camino y que ha vuelto a revivir una de las mayores pesadillas de los oriolanos, la de los olores, que ya le dio a Orihuela el sobrenombre de «Orihuele» en los años 90.

El intenso color negro que ha adquirido el río que desemboca en Guardamar no ha pasado desapercibido para los oriolanos que, con tristeza, ven más un caudal muerto que un río que hace apenas un año alcanzaba unos caudales de récord y del que se hablaba que en los alrededores de la ciudad, incluso, se había constatado la presencia de nutrias, un mamífero que sólo habita en las corrientes de agua más saludables y cristalinas.

Unas burbujas que emanan de las ennegrecidas aguas dan cuenta de que ahí debajo, aunque parezca imposible, sigue habiendo vida. Los peces, en su mayoría carpas, percas y barbos, que sobreviven en aguas con poco oxígeno, apenas son visibles y permanecen en el escaso caudal que queda en una de las partes del río; la otra la ocupan los lodos que tratan de evitar los numerosos patos que viven en el casco urbano de la ciudad, bajo el puente viejo, y que se han visto sorprendidos por la rebaja del caudal. El fango es un peligro para estos animales ya que pueden quedar atrapados y tener dificultades para salir.