Calp vivió ayer una de las jornadas más intensas y brillantes a la par dentro de las fiestas de Moros y Cristianos. Las celebraciones alcanzaron ayer a su punto final con dos de los actos que llenan de singularidad los festejos calpinos: el desembarco en la playa del Arenal y la representación del «Miracle».

Los actos de la mañana permitieron que desde cualquier lugar elevado del municipio se pudieran vislumbrar las nubes de pólvora que anunciaban la llegada de las hordas musulmanas a la playa del Arenal. Ante la mirada atónita de los turistas, congregados en una de las playas más populares del municipio, los moros empezaron a desembarcar de sus barcazas para dar inicio a la primera batalla.

En la arena el ejército cristiano esperaba al invasor. Un emisario moro se acercó a parlamentar con los cristianos, el capitán y el embajador cristiano salieron a caballo a su encuentro. Ante la solicitud de rendición, los cristianos respondieron con las armas. En unos minutos el ejército moro desembarcó y saltó a la arena. Se inició la batalla, el estruendo de arcabuces lo inundó todo. Las tropas moras ganaron la primera batalla y ascendieron por la avenida Gabriel Miró hasta la plaza Mayor, las tropas cristianas se replegaron a la espera de la segunda batalla

Por la noche, y tras el desfile infantil, los calpinos iniciaron el «Miracle», la emotiva representación que singulariza la fiesta calpina. Los niños calpinos anunciaron la llegada de las tropas musulmanas al grito de «Foc en Ifac!, moros a la costa!», los cristianos se agazaparon tras la muralla pero nadie esperaba la traición de Moncófar. Este personaje, clave en la representación, fue escenificado por Tony Baydal, que inició un parlamento con el embajador cristiano, representado por Manolo Pastor. Este pasaje del «Miracle» es, sin duda, uno de los más emotivos y recordados.

Moncófar traicionó a los calpinos y se entregó al embajador moro, representado por Pedro Ortolá, para ayudar a los sarracenos a tomar la ciudad. La batalla de arcabuces hizo temblar la plaza Mayor y cuando todo parecía perdido, un pequeño hombre, Caragol, logró cerrar las puertas de la muralla gracias a la intercesión del Patrón el Santíssim Crist de la Suor. El castillo se iluminó con la imagen del Cristo y Moncófar cayó a sus pies.

La representación se basa, con bastantes licencias, en los hechos históricos del 22 de octubre de 1744 y se repite cada año despertando la misma emoción entre los vecinos congregados. El «Miracle» puso anoche el broche de oro a las fiestas del 40 aniversario.