Los cuentos esconden mucha verdad. Federico Ibáñez Soler ha pasado su vida entre libros. Editor de grandes clásicos de la literatura española con Castalia, la editorial que fundaron su madre Amparo y su abuelo Manuel, llegó a presidir la patronal de ese peculiar gremio. Él, socialista hasta la médula, representó a los empresarios del papel. También fue director general del libro con Jordi Solé Tura. Sin embargo, hasta ahora no se había decidido a escribir una historia. El paso lo ha dado de manera bien curiosa. «Por las noches me desvelaba. Estaba en la cama con los ojos abiertos como un búho. Se me ocurrió escribir en WhatsApp mis ocurrencias. Y, sobre la luz verde de la pantalla del móvil, surgió este cuento».

El libro se titula La decisión de Portícolo, el silvano. «Es un divertimento», avisa el autor. Sí, pero esta obrita cargada de sarcasmo y sin pretensiones, escrita a vuelapluma (a vuelatecla, para ser precisos), captura la esencia de un lugar que es un milagro, el Portitxol de Xàbia.

«Hay que proteger la vida del Portitxol y no solo el retrato», proclama Federico Ibáñez, quien recuerda que sus padres, en la luna de miel que pasaron en una casita de esta partida de Xàbia, lo concibieron y que, a los 15 días de nacer, ya regresó a este litoral que se asoma a l´Illa y que limita al norte con el Cap Prim y al sur con el Cap Negre. Sus padres se construyeron aquí en 1947 la casa en la que ahora él vive con su mujer Esperanza.

«Todos los años he vuelto al Portitxol», recuerda. Sin embargo, en su cuento se exilia. Portícolo es un semidiós del bosque que habita en l´Illa. Es «el espíritu» de uno de los pocos tramos de costa que se ha salvado del negocio urbanístico.

Federico, Esperanza y Portícolo se rebelan contra el imparable «progreso». No entienden que se quiera abrir este litoral en canal para construir una gran alcantarilla que recoja las aguas fecales de todas las urbanizaciones (es ficción, pero tampoco parece muy descabellado). «Balcón al Mar, Ambolo, la Falzia, el Trencall, Mar Azul y tu Portitxol; mierda de todos los países en cantidades medidas por toneladas», se lee en el cuento. Los protagonistas, el autor en suma, se niegan a que se abra tamaña herida en un lugar de tanta belleza. Eso sí, no hay en este cuento gestos grandilocuentes de rebeldía.

Federico Ibáñez presentó el sábado su obra en su casa del Portitxol y rodeado de amigos. Estuvieron la escritora Pepa Guardiola, el alcalde José Chulvi o el presidente de la Fundació Cirne, Enric Martínez. El sol brillaba y el Portitxol resplandecía. Portícolo, el silvano, espiaba escondido en los matorrales.