El Poderoso vio la luz en el laberinto. Ya se ha convertido en tradición que la Hermandad del Cristo de los Gitanos, en su procesión del Martes Santo, se adentre en las calles más angostas del casco antiguo de Calp. El trono entra de milagro. Y el público, contagiado del sentimiento de esta procesión, la más andaluza de las que se celebran en este municipio (las otras tres tienen un tono más adusto y solemne), se maravilla. Aplaude la entrega de unos costaleros que se dejan hasta el último gramo de sus fuerzas. No es nada sencillo conducir el pesado trono por callejas estrechísimas. Los costaleros, además, llevan a su Poderoso con donaire, con un balanceo rítmico. El capataz le echa mucho ingenio a la hora de jalear a su tropa de costaleros. «Descansad, que ahora vamos a la guerra», les dijo ayer en un momento de la procesión. Luego tocaba la «levantà», que fueron innumerables y enérgicas. El Poderoso no desfallece nunca. La Hermandad de los Gitanos desfila con puro sentimiento. Esta procesión rompe esquemas en la Semana Santa de la Marina Alta.