El negro de las cenizas va dejando paso a colores más de esperanza. En la Granadella y las masas forestales carbonizadas por el incendio que el pasado mes de septiembre arrasó 812 hectáreas en Xàbia y el Poble Nou de Benitatxell, prende el verde del «margalló», la coscoja y el lentisco y también los vivos colores de las flores silvestres. Tras un invierno de abundantes lluvias y de una insólita nevada, ya se presumía que la floración en la montaña devastada por el fuego sería espectacular. El pronóstico se ha cumplido con creces. Incluso en los suelos más someros renace la vida.

Una ladera de lapiaz próxima al parque público de les Cansalades o de Pinosol de Xàbia se ha teñido ahora de fucsia. Ese es el color de los gladíolos silvestres o «espasetes» (Gladiolus illyricus kock), un lirio que crece en pastizales y roquedales. No necesita, por tanto, mucha tierra. En época de los romanos, a los gladiadores triunfantes se les entregaba un ramillete de estas flores como símbolo de victoria. Ahora, en la montaña carbonizada, la explosión de gladíolos también podría representar la victoria de la vida sobre la destrucción del fuego. Se tome como simbólica o no, esta espectacular floración sí es una maravilla de la botánica.

Con todo, la Granadella todavía tardará años en borrar la catástrofe. Se están talando miles de pinos calcinados.

El Ayuntamiento de Xàbia, al igual que hizo en la Plana del Montgó y en el cabo de Sant Antoni (ardieron en 2014), quiere propiciar que surja un nuevo bosque más resistente al fuego con especies como el acebuche (ullastre), la carrasca o el lentisco. La gran densidad de pinos influyó en que el incendio de hace seis meses fuera tan absolutamente devastador.