Bernat Capó irrumpe «en el cielo de los escritores, que es la memoria». Dejó escrito que, al morir, no quería ir a ningún otro lugar. No creía en paraísos de otro mundo. «Cuando se acaba, se acaba». El escritor, eso sí, permanece en su obra.

Benissa despidió ayer a un autor que es imprescindible para descifrar la Marina Alta, para enamorarse de la comarca real, no de la de cartón piedra del turismo de masas. Medio millar de vecinos de su pueblo y de toda la Marina acudió al Taller d'Ivars. Bernat Capó no se cansó de proclamar que era republicano y agnóstico. Pero en su funeral de ayer se desveló algo más. Lo tenía todo previsto. Escribió el guión del adiós. Hace 29 años, nada menos, puso en papel sus «últimas voluntades». Destilan compromiso y humor. Bernat Capó no era de dramas ni de liturgias.

Su sobrino Pedro Soliveres leyó las instrucciones del periodista (lo fue de INFORMACIÓN) y escritor. Pidió a su familia que compraran un ataúd barato y que se ahorraran los 11 euros del crucifijo. Capó dejó escrito que había vivido «sin ostentación». Y en el trance del funeral, «no quiero cambiar mi forma de ser». «No hagáis misa ni recéis el rosario». Afirmaba que el paraíso lo había encontrado junto a su mujer, su novia de siempre, Lola. Pedía (y su familia cumplirá el deseo) que parte de sus cenizas se esparcieran en el mar, en Moraira. «Hacedme cenizas y dejad que naveguen en busca de otras playas».

«La memoria es el cielo de los escritores», reflexionaba Capó en sus «últimas voluntades». Y aconsejaba a quien quisiera recordarle que cogiera uno de sus libros y le dedicara un rato de lectura.

El escritor se despidió con media sonrisa. Confesaba que, ante ese funeral tan atípico, «¿qué dirá la gente?». «Me da igual, sobre todo ahora», contestaba.

Su sobrino Bernat (el escritor no tenía hijos, pero sí una tropa de sobrinos que a él y a Lola los quisieron como unos segundos padres) se declaró sorprendido por la trascendencia literaria e intelectual de su tío. Su retrato más íntimo no difiere nada del personaje público. Bernat Capó era un hombre sin dobleces. Sencillo.

El profesor de la Universidad de Alicante Joan Borja y el escritor Tomás Llopis destacaron que Capó, quien falleció en la mañana del martes a los 89 años de edad en su casa de Benissa, es ya «eterno». Ambos coincidieron en que fue «un home bo», próximo y afable. «Fue cabezota, sincero y honesto», subrayó Llopis, quien lo comparó con esa ave que tanto le seducía, el ruiseñor, que «ama tanto la libertad que prefiere la muerte a la esclavitud».

El compromiso del periodista benissero palpitó en su funeral laico. Hijo de un alcalde de Benissa represaliado por el franquismo, Capó siempre se rebeló contra la opresión. Y lo hizo a veces con gestos tan sencillos como el que desveló ayer Tomás Llopis. A un profesor de física y química de cuando estudiaba en València, que reprendía a los alumnos por hablar en valenciano, le espetó: «pero si tú eres de Orba». El maestro, en adelante, le dio calabazas en la asignatura.

Todas esas anécdotas aplacaron el dolor de los familiares de Capó y de sus vecinos. Sonrieron. Una vez más, admiraron las ocurrencias del chispeante periodista, sus palabras sencillas y bellas. Lídia, una poetisa de 19 años enamorada del riquísimo lenguaje popular del escritor benissero, le dedicó unos versos luminosos.

Al final, Bernat Capó logró su propósito. Convirtió su funeral en una exaltación de la literatura, de la vida y de las historias de la Marina Alta.