Los escritores son muy dados a construirse territorios mágicos. El de Bernat Capó es la Marina Alta. No se la tuvo que inventar. La conocía como la palma de la mano. Pero sí reivindicó una comarca rural y ancestral que declinaba. Su territorio es mágico, porque hay leyendas y supersticiones. Y también es tan real como lo fueron esos duros oficios del campo ( escaldar, estisorar, el mestre d'aixa...) que el escritor y periodista rescató en su Costumari valencià. Capó ha salvado de la desmemoria un mundo por el que nadie daba un duro.

Bernat Capó falleció ayer en su casa de Benissa a los 89 años de edad. Sus vecinos lo veían venir. Le habían visto apagarse, aunque mantenía la lucidez de siempre. Junto a él estuvo su esposa y novia de siempre, Lola.

El autor, que se confesaba «republicano, agnóstico y pudent (la pudentor nadie se la veía; al contrario, hacía gala de un gran sentido del humor), dejó la última voluntad de que quería un funeral cívico, alejado de púlpitos. De ahí que la familia y el Ayuntamiento decidieran ayer que los vecinos le dieran esta tarde el último adiós en el edificio cultural del Taller d'Ivars.

«Bernat se consideraba sobre todo periodista. Le hacía gracia que le dijéramos que era el decano de los periodistas valencianos. Y, desde luego, fue un periodista racial», explicó ayer el profesor de la Universidad de Alicante Joan Borja.

Pero a Capó las páginas del diario se le quedaron estrechas. Y exploró el territorio más libérrimo de la literatura. Lo hizo con relatos tan oscuros como el de La criminala o con la peripecia del emigrante benissero Pere Bigot en De Berdica a Novayork. También se adentró en la literatura infantil ( El rossinyol del pou d'avall y El cant de l'alosa). Pero le tiraba demasiado la tierra, la crónica ancestral. Y en ese terreno ha dejado su impronta de autor curioso y con instinto de lince. Obras imprescindibles de ese Capó que espiga ( espigola) costumbres en trance de desaparecer son Estampes pobletanes, Espigolant pel rostoll morisc o los tres volúmenes del Costumari valencià. Coses de poble.

«Es el cronista de un mundo que experimenta un cambio radical. Que hable de cosas pequeñas, de cosas de pueblo, hace su obra universal. Macondo también es local», sostuvo Borja.

Este profesor, que realizó la laudatio de Capó en el reciente homenaje en el que la Universitat d'Alacant entregó al autor benissero su Laurel de Oro, destacó ayer que el escritor fue «una rara avis de su generación». «Activó la tecla de la autoestima. Narró sin complejos y en valenciano ese mundo más local». Y así, sin darse más tono que el de un periodista curioso, Capó se convirtió en una figura esencial del proceso de reconstrucción cultural y lingüística de la sociedad valenciana del último medio siglo.

«Es raro encontrar a alguien que genere tanto consenso. Encarnó una cualidad muy valenciana: el trellat», destacó Borja.

Además, no escondía su filiación política. Militante histórico socialista, fue concejal en Benissa en las dos primeras corporaciones democráticas. El exalcalde del PP y familiar suyo Juan Bautista Roselló subrayó ayer que Capó, en ese etapa, creó los premios literarios 25 d'abril y los de pintura Salvador Soria e inauguró la Casa de Cultura.

Mientras, el actual munícipe, Abel Cardona, de Reiniciem, subrayó que «cuesta admitir que alguien tan próximo y campechano como él se ha ido». El munícipe recordó el apego que Capó le tenía a su pueblo y lo que le costó adaptarse a vivir fuera. «Me contó que en Alicante, al salir a la calle, daba los buenos días a todo el mundo y nadie le contestaba».