Bernat Capó está sin estar. El homenaje tuvo lugar en la Seu Universitaria de Benissa, la antigua casa del Pere Bigot, cuya peripecia noveló el escritor en «De Berdica a Novayork». Y en la misma calle está la nueva biblioteca Bernat Capó. En Benissa, el periodista y escritor de 88 años es omnipresente. Su voz resuena aquí y allá. Su literatura desentraña la cultura popular, se inspira en lo próximo, «espigola» (¡qué verbo tan de Capó!), da materialidad a un mundo que se desvanece. Capó es, por ello, un escritor ya «universal».

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La Universidad de Alicante lo distinguió ayer con su Laurel de Oro. El profesor Joan Borja aseguró que el autor benissero ha alcanzado «prestigio internacional y es un maestro de la creación artística y la solidaridad». «Se merece sobradamente esta distinción», afirmó.

Borja recordó cómo Capó se describe a sí mismo: «Hijo de madre teuladina y padre benissero, soy republicano, agnóstico y ''pudent''». Subrayó que una de las cualidades del autor es su gran sentido del humor y su amor a la vida y a la mujer de su vida, Lola.

El profesor afirmó que la obra de Bernat Capó ha alcanzado gran trascendencia. Dijo que la vida en Benissa y la Marina Alta ha cambiado más vertiginosamente entre 1928, el año que nació el escritor, y la actualidad que en todo el periodo anterior desde el Neolítico. «Ha desaparecido una manera de vivir atávica y tradicional», dijo Borja. Pues bien, Bernat Capó es el cronista de ese mundo de supersticiones, rituales y tradiciones. Ha dado voz a la cultura popular. También advirtió Joan Borja que la obra del escritor benissero es «de mal clasificar». Fue un periodista sagaz y crítico. Pero las páginas del periódico se le quedaron estrechas y se lanzó «a la libertad infinita de la literatura».

«Su obra es singularísima. Resulta esencial para comprender el proceso de reconstrucción cultural y lingüística de la sociedad valenciana en el último medio siglo», aseguró.

El profesor Joan Borja también esbozó al Capó más íntimo. «Es una persona de 'trellat'. Un buen hombre y un hombre bueno».

Reveló un episodio que Bernat Capó contaba de su padre, Tomás Capó Ivars, que estuvo preso durante el franquismo. Contó que el padre esperaba todos los días a que acabara la programación en la tele y, cuando salía Franco, apagaba el aparato bruscamente. Así mataba todas las noches al dictador. «Esa imagen -especuló Joan Borja- representa el destrozo familiar y colectivo de la Guerra Civil». Y también demuestra un «anhelo de rebeldía, de coherencia y de integridad».

Bernat Capó recibió la distinción en casa. Está delicado de salud. En la Seu Universitària, se pasó un audiovisual en el que el autor repasaba su vida. Su voz atronó. Su presencia se hizo vívida. Capó está.

Su sobrino, Pedro Soliveres, recordó que su tío dejó la empresa familiar, renunció a la estabilidad económica. «Lo recuerdo calculando la pensión de jubilación para ver si a él y a su amada Lola les llegaría cuando fueran viejos».

Eligió la literatura y el saber, 'espigolar' aquí y allá en busca de conocimientos perdidos.