«Sabía que le pasaba algo desde niña. Cuando nos enteramos no fue plato de buen gusto, pero solo queríamos verla feliz», confiesa Manoli García, la madre de una joven ilicitana transexual que con 23 años consiguió que le aprobaran el cambio de género y de nombre. Ahora, Vera Navarrete tiene 28 y vive en Madrid. Se ha marchado para buscar una oportunidad laboral en la capital, una ciudad más abierta. «Sé que hay empresas que por ser transexual no le han dado empleo, aunque ella no me lo diga directamente», relata Manoli.

Conseguir el cambio de identidad fue todo un paso adelante en la vida de esta joven licenciada en Filología Clásica. Su madre recuerda que de pequeña tuvo una infancia dura; nada más entrar al colegio empezó a tener problemas. «Con cuatro años, se reían de ella porque jugaba con las niñas, no le gustaba el fútbol. Luego nos confesó que le daba vergüenza pedirnos una muñeca, aunque en casa siempre hemos sido de mente abierta», relata Manoli.

Su madre reconoce que conforme Vera fue creciendo las circunstancias empeoraron. «Todo era un cacao bárbaro, no se encontraba a sí misma», admite. Fue con 16 años cuando la joven ilicitana se lo comunicó a sus padres, que al conocer la noticia vieron el cielo abierto. A partir de ese momento, Vera y su familia fueron dando pasos, tocando puertas y buscando información y respaldo en asociaciones, pese a que no había muchas en la zona. Entrar a la universidad fue todo un impulso para esta ilicitana, empezó a vestir como una chica. «Todo fue genial a partir de ese momento», recuerda Manoli.

La madre de esta joven transexual la acompañó en momentos tan embarazosos como entrar a una tienda a comprarse un sujetador, aunque no sintió rechazo alguno por parte de ningún comercio de la ciudad. Ahora, hace un lustro que a Vera Navarrete le cambio la vida y logró la acreditación legal de un juez. «Le dije a mi hija que hiciera lo que tuviera que hacer, pero siempre con la cabeza bien alta», admite Manoli.