Hay tortas para conseguir parcelas en los acantilados de Xàbia. Las promotoras, dado que ya no encuentran terrenos libres, compran chalés antiguos para demolerlos y levantar viviendas de lujo. La pasada semana, en el carrer l'Illa (está en el litoral del Portitxol), la maquinaria pesada volvió a rugir. En una parcela enorme (unos 20.000 metros cuadrados), que tiene excelentes vistas a la Cala Blanca y a toda la bahía de Xàbia, se empezaron a talar pinos a diestro y siniestro. Se han cortado más de un centenar. Los operarios arramblaron con árboles de una zona verde y del suelo no urbanizable de especial protección ecológica y paisajística del acantilado.

El Ayuntamiento de Xàbia ha paralizado esos trabajos, que se llevaron a cabo sin licencia. También ha iniciado un expediente por la tala a las bravas. Sus autores abrieron un gran boquete en uno de los muros de la parcela para que entrara la maquinaria. Esta parcela está entre la cala del Francés y la cala de la Sardinera, en un litoral de gran valor natural y paisajístico sometido en los últimos años a gran presión urbanística. Unos metros más allá de esta calle se han levantado cuatro chalés de lujo, entre los que descuella el diseñado por Ramón Esteve, a cuya propietaria Rosa María Castellví, baronesa de Torres Torres, el Consistorio le ha abierto expediente de infracción urbanística por obrar sin licencia y apropiarse de una senda que baja a la cala de la Sardinera.

La parcela de la tala sin licencia parece predestinada a sucumbir a la moda de levantar chalés de lujo y de vanguardia en los acantilados. Y aloja una construcción bien curiosa que podría acabar demolida. De momento, eso sí, los nuevos propietarios de este terreno (es evidente que una promotora lo ha comprado) no han presentado en el Ayuntamiento ningún proyecto urbanístico.

La vivienda existente la construyó en los años 70 un empresario valenciano que prosperó en el negocio del plástico. Es de tosca y de estilo neorománico. El dueño buscaba un retiro íntimo, casi cenobítico. Aficionado a las antigüedades, recurrió a artesanos de la tosca para que levantaran un chalé que asemeja un templo románico. En el empedrado del jardín, hay mosaicos de estética bizantina. El conjunto tiene un cierto aire de pastiche, pero, a medida que pasa el tiempo, va ganando valor patrimonial. Es un perfecto contrapunto a las nuevas arquitecturas.