La desesperación de no poder descansar porque a cada poco tañen con fuerza las campanas ha llevado a los vecinos del Grupo Bartolomé Ros, en el puerto de Xàbia, a contar cada toque. «En sábado y domingo, las campanas han llegado a repicar 836 veces. Y al doble de decibelios de lo que permite la ley. Así no se puede vivir», denunció ayer Juan Vicente Roig, el vecino que en noviembre de 2009 inició una cruzada contra el ruido de la iglesia de la Mare de Déu de Loreto.

Todas las administraciones le han dado la razón. Las mediciones efectuadas por la policía local confirmaron que los bronces superaban con mucho los límites permitidos. El Síndic de Greuges exigió hace un año al Ayuntamiento de Xàbia, que es el responsable de atajar el ruido, que «redujera realmente al máximo posible las molestias acústicas».

El Síndic también dejó claro que la Iglesia no tiene bula con el ruido. «La norma es aplicable a todos los emisores acústicos», subrayó en su recomendación el Síndic, José Cholbi, quien conoce bien el problema, dado que es de Xàbia.

Pero las campanas no paran. Empiezan a sonar a las 9 de la mañana. Los toques se repiten cada hora. Anuncian el mediodía con un soniquete de tañidos. Antes de las misas de las 19 y las 20 horas tocan tres veces. Y así hasta las 21 horas. «Y los fines de semana es mucho peor. Voltean en las bodas, en las procesiones, en todas las festividades? En verano, que los fines de semana hay hasta ocho misas, no paran de repicar. Los vecinos tenemos que encerrarnos en casa».

Su vivienda, así como todas las del Grupo Bartolomé Ros, está detrás de la iglesia del Loreto, a escasos metros del campanario. En verano, estos vecinos escuchan las misas como si estuvieran en el templo. La iglesia tiene megafonía en el exterior y los sermones son urbi et orbe. «Un sábado te comes tres misas», asegura este vecino. El Síndic también ha instado a bajar el volumen de esos altavoces exteriores.

Este residente subraya que la intimidad del domicilio es inviolable. La ley está de su parte. Un informe del ingeniero industrial del ayuntamiento efectuado en octubre de 2012 ya le daba la razón. Concluía que el ruido era «superior a la norma» y que «no podía continuar la actividad denunciada de manera habitual y continua». La iglesia debía contenerse a la hora de echar las campanas al vuelo.

Las mediciones acústicas fueron incontestables. En la terraza de la casa de este vecino, el tañido alcanzaba los 89 decibelios, cuando el máximo legal permitido durante el día es de 55 y, por la noche, de 45. En los dormitorios, las campanadas sonaban a 78 y 85 decibelios. El límite de ruido exterior que puede penetrar en una vivienda es de 40 decibelios durante el día y de 30 durante la noche.

«A estas alturas, cuando todos llevamos reloj de muñeca o en el móvil, no tiene sentido que, a cada hora, nos sobresalten con las campanadas», afirma este vecino, y explica que incluso tiene el reloj del salón sincronizado con los toques. Así, si lo mira de reojo, ya se prepara para el repiqueteo.

La concejala de Urbanismo, Isabel Bolufer, avanzó ayer que tras las comuniones se reunirá con el párroco del Loreto, Fernando Maño, para pedirle que baje el volumen de los bronces y que toquen a misa y no a cada hora. Dijo también que hay un proyecto para restaurar el campanario y colocar una pantalla acústica que haga que el repiqueteo suba hacia el cielo en lugar de colarse en las casas.