Vestir la talla de la Virgen de los Dolores es una herencia en Calp. Para salir este viernes por la tarde en procesión, dos mujeres han estado colocándole un manto bordado en hilos de oro. Se resguarda la talla en la sala más pequeña de la parroquia Virgen de las Nieves, lejos de las miradas de costaleros, festeros y cofrades que preparaban las andas para su recorrido por las calles calpinas. Allí, entre las manos de sus vestidoras, la Virgen se abriga con un manto negro, lleno de bordados y adornado con puntillas. La Virgen va de riguroso negro recorriendo a solas las calles del municipio. Es, quizá, una de las procesiones más sentidas, nada como acompañar a una madre en su dolor. Al vestirla para ese luto y ver los últimos retoques, la hebilla en el pecho y el rosario entre las manos, la costurera de su manto, Catalina Vives, no puede contener la emoción. Su hija, Angelines, ha seguido con esta tradición donde le acompañan otras mujeres cada año.

Tradición desconocida

En el año 1950, Catalina Vives fue dolorosa de la antigua virgen de los Dolores de Calp, con la desventura de que ese año la virgen se quemó en el incendio de la parroquia. Para poder celebrar la procesión, les dejaron prestada en Altea una talla. Al poco llegó una nueva imagen que es, en la actualidad, la que representa el alma de la celebración de la Semana Santa. Hace 19 años, Catalina bordó el manto que hoy cubre a la Dolorosa de Calp. En su realización, también ayudaron Maria Marti, Concha Agramunt y Clara Crespo.

La capa que cubre a la imagen está bordado con hilo de oro y pedrería. La puntilla está hecha con bolillos, el traje incluye un sayo en puntilla negra, un vestido de terciopelo negro y el manto. La Virgen va de luto. Al año siguiente, el manto lo estrenó la Dolorosa mientras recorre en llantos, las calles del centro histórico de Calp. Es, desde entonces, cuando cada año la hija de Catalina acude a vestirla bajo la atenta mirada de su madre.