Lo vio volar y supo lo que tenía que hacer al momento. Paco Delgado fue el primero que el pasado domingo atendió a F. M. D., el kitesurfista que fue arrastrado por el viento en Dénia casi 300 metros tierra adentro superando edificios de cinco alturas. Catorce años como bombero dan para mucho y su ayuda inicial en aquel tejado al que fue a parar el deportista pudo marcar la diferencia.

Delgado forma parte de la plantilla de bomberos de la ciudad de Valencia pero el domingo, precisamente, estaba disfrutando de Dénia con la familia en un apartamento frente a la playa donde estaba el grupo de kitesurfistas. «Mi mujer y mi cuñado estaban en el balcón justo en ese momento y vieron cómo salía volando. Me avisaron y vimos cómo pasó por encima del primer edificio de cinco plantas y seguía elevándose», relataba ayer un poco sobrepasado por el revuelo que su intervención había generado entre los compañeros.

Siguieron el vuelo de F. hasta que le vieron caer y salieron corriendo para encontrarle. «Vimos más o menos la zona y cogí rápidamente el coche para ir a buscarle. Lo encontré sobre el tejado del adosado pidiendo ayuda a gritos», comenta Paco. Su relato sobrecoge cuando explica en las condiciones en las que encontró al kitesurfista.

«Lo que me encontré era impresionante, todo estaba cubierto de sangre, el pie izquierdo lo tenía en dos trozos con grandes heridas y de la cabeza no dejaba de manarle sangre». A partir de ahí procedió con el protocolo que suele aplicar con los heridos que se encuentra habitualmente en su trabajo. «Lo primero que hacemos es preguntarle su nombre y tranquilizarle. Me presenté, le expliqué que era bombero y le hice varias preguntas para comprobar si tenía lesión medular. Cuando vi que solo era la pierna y la cabeza, me organicé con la policía para el rescate que ya habían llegado».

Como ya precisó F. en su relato, su ayudante le hizo un torniquete en el pie y se ayudó de una camiseta que llevaba puesta para evitar que saliera más sangre de la herida de la cabeza. El golpe contra las tejas provocó que al deportista se le levantara el cuero cabelludo -lleva 70 grapas en la cabeza- y la herida sangraba profusamente.

«Él no paraba de decirme: '¿Crees que voy a salir de ésta?' y yo seguía dándole ánimos. Lo cierto es que no me gustaba el aspecto de la herida de la cabeza y solo esperaba que lo evacuaran pronto. Vinieron mis compañeros de Dénia y estuve ayudándoles». Felizmente sabía lo que había que hacer y fue determinante en la primera atención a F. M., que espera poder volver a encontrarse con él para darle, de nuevo, las gracias.