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Arte y ruina en el Calp de Bofill

La urbanización ideada por el arquitecto catalán en los 60 revive con una primera inversión de 600.000 euros para reasfaltar calles y mejorar aceras y alumbrado

Arte y ruina en el Calp de Bofill

Línea y ruina. Calp es un pueblo de acusados contrastes. Sus torres de apartamentos sin alma distan un mundo de esa arquitectura de vanguardia, humana e integrada en el paisaje y la historia, que Ricardo Bofill puso en pie en la urbanización de la Manzanera. La Muralla Roja, con su estructura al tiempo laberíntica y lógica (otro contraste), es la cima de ese proyecto de crear un Calp que encarase el futuro del turismo sin perder el gusto por el urbanismo de autor, por el respeto a un paisaje único en el que reina el formidable Penyal d'Ifac y por la calidad de vida. Y esto último es importante. La fuerza de esta arquitectura radica también en crear espacios habitables, que respiran, en los que, como símbolo de que el arte no está reñido con la vida, se ve, en una de las caras del Xanadú, una ristra de ropa tendida al sol. A estos edificios no les sonroja mostrar la vida que les bulle dentro.

Pero la Manzanera, esta urbanización emblemática ideada por Bofill a finales de los 60, también esconde un puñado de contrastes. El arte, las líneas geniales del Xanadú, la Muralla Roja e incluso el Anfiteatro, una obra menor, pero igualmente concebida para asomarse a un decorado imponente, el del mar, la costa y el Penyal, conviven con la ruina. El club social cerrado en los años 80 y que, en esencia, era como un barco de piedra varado en la costa (los grandes óculos reforzaban esa impresión de estar en el mar), lleva desde entonces abandonado, expuesto a los temporales, a los «okupas» y a una decadencia que también ha sido la de aquel turismo venerado por su cultura, refinamiento y, sobre todo, por su natural maniroto (todavía hoy se añora al visitante de alto poder adquisitivo). Así las cosas, el club social se cae a trozos, es un cuchitril destartalado, en el que de tanto en tanto buscan refugio «okupas» que se frotan los ojos: nunca soñaron con acampar en primera línea de playa, en un edificio al que todavía se le adivina su aire distinguido.

La Manzanera revive ahora. El Ayuntamiento impulsa un plan de revitalización cuya primera pata (la menos brillante) consiste en asfaltar las machacadas calles, renovar las aceras y sustituir el alumbrado. Estas obras suben a 600.000 euros. La Diputación de Alicante aporta 390.000.

Esas primeras obras dan el pistoletazo de salida a un proyecto de más fuste. Calp aspira a que el triángulo que forman la Muralla Roja, el club social y el Xanadú se declare Bien de Interés Cultural (BIC). Los vecinos no lo ven tan claro. Los carteles que advierten de que estos edificios son propiedad privada disuaden a los amantes de la arquitectura de entrar a husmear. Con el BIC, deberá fijarse un régimen de visitas.

Y luego vendrá la puesta en valor de la obra de Bofill (en la Muralla Roja no hay ni un cartel explicativo) y la reconstrucción del club social. También se creará una pasarela para llegar desde la cala de al Manzanera a esa ruina situada en dominio público marítimo terrestre.

El Calp de Bofill resucitará entonces con el esplendor de antaño. Volverá a ser un símbolo del arte arquitectónico.

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