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La Marina apócrifa

La arquitectura de la comarca esconde toda una colección de simulacros

La Marina apócrifa

Es buscar y no parar. Esta ruta, claro está, no existe. Es tan inventada e inverosímil como esos lugares fantásticos, a veces pelín grotescos, que recorre. A ningún gestor cultural se le ocurriría regodearse en el simulacro. Reconocer que el paisaje de la Marina Alta no es, a veces, tan sincero y deslumbrante como parece. Pero vale la pena, aunque solo sea por escarbar en la verdadera historia de los ficticios monumentos, darse una vuelta por esta otra comarca fantasiosa y apócrifa.

Esta ruta, que podría llamarse del trampantojo, comenzaría en la Xara. «Al museu todavía llama gente y pregunta si se puede visitar la mezquita», se sonríe el director del Museo de Dénia, Josep A. Gisbert. El minarete, con su remate cerámico, da el pego. Ya forma parte del horizonte de la Xara. Se recorta sobre el Montgó y parece que hubiera estado allí toda la vida. Pero el falso alminar no tiene ni una piedra (ni un ladrillo, para ser exactos) de islámico. Pertenece a la finca de la Muntanyeta. Antonio Armell empezó aquí en los años 60 un proyecto faraónico. Quería construir un nuevo Poble Espanyol con ejemplos de arquitecturas regionales. Poseía también una extensa biblioteca y una colección de arte.

La Muntanyeta es hoy una ruina. Los bancos se la merendaron. Su actual propietario es un constructor de Calp. Está abandonada. Pero el minarete parece querer escapar de la decadencia y se levanta todavía majestuoso.

La ruta recorrería villas señoriales de Dénia de estilo ecléctico. A la burguesía de la pasa, en cuestión de arquitectura, le gustaba picotear de aquí y allá. El director del Museo de Dénia advierte de que incluso el riurau ha participado del simulacro. Los chalés lo adaptaron como porche y, de alguna manera, se convirtió en un «icono del turismo de la Marina Alta».

Gisbert defiende el «mestizaje arquitectónico» de la comarca, la mezcolanza de estilos góticos, románicos, renacentistas, barrocos y neomudéjares. Ese eclecticismo permaneció hasta 1920. «Pero también surgió un estilo que a mi me gusta llamar arquitectura casticista». Y ahí el gusto se vuelve más retorcido y, a veces, «viejo, rancio y ultramontano», indica el arqueólogo.

En ese grupo, se incluyen chalés de los años 60 y 70 acastillados y que se disfrazan de iglesias. Sus propietarios tenían un ramalazo megalómano. Urbanizaciones de no hace tanto también jugaron con el arabesco. En Xàbia, en la entrada la urbanización de lujo Puerta Fenicia, el promotor colocó leones alados. Pura extravagancia.

En esta ruta, también hay simulacros salvables. Una granja abandonada de Xàbia recrea una sencilla mezquita de Argel. No hay presunción. Solo el recuerdo de aquellos años en los que los vecinos de la Marina emigraban a Orán a ganarse la vida.

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