La fiesta como expresión de una historia que está viva, que explica el presente y que dibuja los caminos del porvenir. El rector de la Universidad de Alicante, Manuel Palomar, experto en lenguaje y sistemas informáticos, descifró ayer el misterio de las fiestas de Moros y Cristianos, que están consagradas al patrón de Calp, el Santíssim Crist de la Suor. Palomar pronunció el pregón que abre las fiestas desde el adarve de ese castillo (pura tramoya) que, a cada edición de las fiestas, se levanta en la plaza Mayor calpina. Pero el pregón no tuvo nada de teatral. El rector tocó la fibra de los festeros y demostró que conoce desde hace años la idiosincrasia calpina.

Recordó que llegó por primera vez a este municipio en 1983. «Conocí por primera vez sus playas, sus fiestas y sus gentes; su bullicio y sus raíces; su ritmo calmo y pausado en las playas y calles, agitadas por los juegos y gritos de los niños y el estallido insomne de sus celebraciones y júbilos», explicó, con sentimiento, este profesor universitario, que se declaró, con un punto de admiración, «testigo de la asombrosa transformación de Calp».

Palomar subrayó que estas fiestas de Moros y Cristianos cumplen ahora 38 años. No son de esas celebraciones que hunden sus raíces en la noche de los tiempos. Pero no importa. «Su trayectoria ha sido sorprendente y espectacular. La fiesta surgió de la entusiasta iniciativa de un pequeño grupo de festers. Lo que en su día fue una débil semilla se ha transformado en un fruto maduro, difícilmente imaginable en aquellos lejanos días de 1977», manifestó el rector, que recalcó que esta celebración cuenta con el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico.

El profesor destacó que estos Moros y Cristianos son «inclusivos, participativos, emotivos, divertidos y sentidos». Animó a los capitanes moro y cristiano, Xavier Meseguer y Carlos Gustems, y a la abanderada, María Ángeles Penella, a vivir la fiesta con intensidad.

Palomar reflexionó, a continuación, sobre el carácter de esta celebración. La interpretó como una «afirmación de seguir vivos, continuadores, elaboradores y reelaboradores de un pasado que configura nuestra identidad».

Insistió en que la fiesta continúa una historia que está viva. Y emplazó a los vecinos a «celebrar un presente en el que late el pasado y se otea un horizonte posible».

Para el rector, estas fiestas son la vida misma: «el latido anónimo de todos, hecho del latir único de cada uno, un latido en un caudal de latidos».

Palomar quiso que su pregón aportara un momento a esa historia viva de una fiesta que tiene en el Miracle (el acto que conmemora la resistencia de los calpinos ante la invasión bereber) su clímax. «Me gusta pensar en los pregones como parte de ese relato anualmente reiterado» que son las fiestas de Calp, subrayó el rector, que, en nombre de la universidad, deseó unas felices y alegres fiestas a todos los calpinos.

Cientos de vecinos abarrotaron anoche la plaza Mayor. El pueblo ya respira fiesta.