Los otoños lluviosos como el actual no le sientan nada bien a la iglesia gótica de Xàbia. El templo se ha puesto mohoso. Sus sillares de tosca, de habitual de una tonalidad dorada, se han oscurecido. Los muros que dan al norte, el ábside y la torre muestran un acentuado color verde. En cuestión de semanas, esta iglesia del siglo XVI, que es una de las joyas del gótico tardío o isabelino (su arquitecto fue Domingo de Urteaga), ha mudado la piel. La humedad ha provocado que crezcan líquenes y hierbas en los porosos muros de piedra tosca (caliza).
Esta iglesia, declarada en 1931 por el gobierno de la República Monumento Nacional (ahora es Bien de Interés Cultural), ya hace tiempo que sufre filtraciones de agua. Cuando llueve con intensidad, hay incluso goteras. Esta vez no se han sacado los plásticos con los que otras veces se cubren los bancos para protegerlos del agua que gotea de la bóveda central. Sin embargo, en los altares laterales sí hay manteles de plástico para combatir estas humedades.
El efecto de las lluvias se nota, sobre todo, en la cara norte del templo. En los rincones por los que corre el agua, han crecido enredaderas. En las gárgolas que forman parte del sistema de drenaje, han echado raíces las hierbas. Hace unos meses, una empresa especializada en trabajos en altura retiró las plantas que habían arraigado en la torre. Ya han vuelto a salir otras.
En la fachada que da al sur, que es la más soleada y, por ello, mantiene todavía la tonalidad dorada de la tosca, también ha surgido una roncha negra de humedad junto a un óculo lateral.
La restauración integral de esta iglesia, que debían financiar la Fundación Caja Madrid y la conselleria de Cultura, se fue al traste por la crisis. El templo no tiene graves problemas estructurales (se concibió también como fortaleza y sus muros transmiten solidez). Pero las filtraciones de agua van causando poco a poco deterioro. El cuerpo superior del campanario sí está más dañado. La campana grande, la Grossa, se dejó de voltear en 2004.
