Siete años han bastado para difuminar el recuerdo de la riada que arrasó la cuenca del río Girona. Los vecinos de El Verger, Beniarbeig y Els Poblets no han olvidado el estropicio que en sus pueblos causó el río al desbordarse violentamente. Pero más arriba la memoria es corta. La riada, provocada por las lluvias torrenciales del 12 de octubre de 2007, se vio agravada por la acumulación de cañas en los cauces y por la construcción en zonas inundables.

Ahora, en el mes de más riesgo de gota fría e intensos chubascos, el lecho del Girona está repleto de cañas. Más que eso. Algunos tramos, como el que discurre por Beniarbeig, Ondara y El Verger, están totalmente cubiertos por los cañaverales. El lecho del río llega a ser aquí invisible.

El cauce sí está limpio en el tramo del centro urbano de El Verger. Pero en Beniarbeig, incluso debajo del puente que derribó la crecida de 2007, el río está repleto de cañas.

La Plataforma Ciutadana Riu Girona ya advirtió hace semanas de que la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) se había olvidado este otoño de mantener limpio el lecho del río. Pero nada se ha hecho. El «bosque» de cañas es ahora, en vísperas de que se cumplan siete años de la riada, más tupido. Aquellas inundaciones dejaron en la Marina Alta daños valorados en 55 millones de euros y se cobraron la vida de una anciana de El Verger sorprendida en su casa por el desbordamiento del Girona.

La gran cantidad de cañas que los ríos y barrancos arrastraron al mar y a las playas delató que los cauces no estaban preparados para canalizar tanta agua.

El debate de las cañas era inevitable. En las riberas, sí aguantan los taludes y frenan las escorrentías. Pero, cuando crecen en pleno lecho, la corriente las arrastra y pueden reducir la capacidad de evacuación de los puentes, sobre todo, como es el caso de los más antiguos del Girona, cuando éstos tienen ojos y pilares.

Plan director

La CHJ, en el plan director de defensa de avenidas en la Marina Alta (salió a exposición pública en diciembre de 2012), advertía de que todas las obras de emergencia llevadas a cabo tras el desastre del año 2007 no habían conjurado el peligro de que ocurrieran otras inundaciones igual de devastadoras.

El plan director concluía que el desarrollo urbanístico había «comprimido» barrancos y ramblas. Las obras para aumentar la capacidad de los cauces, crear presas de laminación y demoler y levantar puentes ascendían a 226 millones de euros. Pero siete años después ni se quitan las cañas ni se hacen las obras.