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Todas las vidas del «vell» Montgó

El mayor reto del Parque Natural es conciliar la protección natural con la presión de los usos privados

Carlos Linares, director del Parque j. v. m.

La imagen es llamativa y perfecta: unos operarios descolgados por un acantilado con garrafas de agua que riegan una flor. Parece casi una miniatura japonesa, pero es parte del trabajo del equipo que vela por la conservación de una de las montañas emblemáticas de la Marina Alta.

El Parque Natural del Montgó, desde su declaración en 1987 ha tenido una vida agitada, a veces llena de contradicciones. Según el director del Parque, Carlos Linares, «es difícil explicarle a la gente que en un parque natural parque natural tienes dos campos de tiro y una discoteca». Pero así es.

El patrimonio botánico

La mayor riqueza del Parque Natural es su diversidad de hábitats y la gran cantidad de variedad de vida botánica. En este sentido, el número de especies catalogadas es de 650; algunas de ellas, raros endemismos muy vulnerables como la «Silene Ifacensis» o la «Medicago Citrina».

Precisamente estas comunidades, en las microrreservas de los acantilados del Cap de Sant Antoni donde todavía perviven, son algunas de las que se riegan a mano en años extraordinariamente secos. Carlos Linares pone de manifiesto la importancia de estas poblaciones con un dato: «entre Xàbia y Dénia hay más endemismos catalogados que en toda Gran Bretaña». También es cierto que precisamente esa zona intermedia ha estado históricamente sometida a la presión de los usos privados, lo que condiciona las intervenciones de mantenimiento o reforestación.

Precisamente en este aspecto, se ha tratado de evitar una confusión común: la que media entre especies invasoras como el pino con las autóctonas como la encina. Las medidas de replantación de especies tratan de que el Montgó recupere los árboles que lo definieron durante milenios.

La pirámide de Maslow

«Cuando lo teníamos todo, no valorábamos nada»; así se puede resumir la relación que durante muchos años tuvieron los vecinos de los pueblos a los que afecta el Montgó. Pero de unos años a esta parte, se puede pulsar un cambio de paradigma. La gente deja de ver la naturaleza como una fuente de prohibiciones, para entenderla como la pieza central de su patrimonio. Para Carlos Linares, es «como la pirámide de Maslow: según cubres unas necesidades olvidas otras. A veces está bien volver a la realidad y recordar cosas importantes».

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