El jardín que Pere Ferrer Argulles ha cuidado durante 30 años y que, pese al picudo rojo y la sequía, sigue siendo una de las reservas botánicas de palmeras más importante de Europa, podría tener los días contados. Desde hace años, su propietario litiga con el ayuntamiento. Pere Ferrer está exhausto. Se enfrenta a una maquinaria insensible. Se aferra a la última esperanza de salvar un jardín al que ha consagrado su vida. La concejala de Territorio, Ana Sala, ya ha firmado la orden para que el próximo 22 de septiembre, a las 12 horas, el ayuntamiento entre a las bravas en este terreno y tome posesión de él. El gobierno local (PP e Independents-Els Verds) pretende abrir por encima del jardín un vial, ahora llamado «J», pero al que se le quiere poner el nombre de «Felipe VI».
«No quieren darse cuenta de que para abrir una calle van a destrozar especies de palmeras que son únicas en la península», advierte Pere Ferrer, que está dispuesto a llegar a Bruselas para salvar su jardín. Sabe, sin embargo, que nada a contracorriente. Perdió el recurso contencioso-administrativo que en 2011 presentó en el juzgado de Alicante. El abogado que entonces le defendía, indica, no le comunicó la sentencia y pasó el plazo para recurrirla. El ayuntamiento se hizo así con gran parte de la titularidad del jardín. La tasación fue ínfima: 15.000 euros. Pere Ferrer recuerda que cuando era alcalde Javier Morató, del PP, le llegó a ofrecer 1,5 millones para comprarle estos terrenos (4.000 m2). «Y la rechacé porque no me importaba el dinero, sino defender las palmeras; hay más de cien ejemplares de distintas especies. Aquí hay palmeras de la India, de Nueva Caledonia, de Bolivia, de Costa Rica».
Pere Ferrer es uno de los mayores expertos en palmeras de España. Forma parte de la International Palm Society (IPS). Los máximos responsables de este organismo han visitado el jardín de Calp y ninguno entiende que se quiera arrasar para abrir un vial. El ayuntamiento pretende dejar en una rotonda algunas de las palmeras. Pero eso significa amputar una reserva botánica que también podría convertirse en un laboratorio experimental contra el picudo rojo. La plaga ha acabado con ejemplares de phoenix canariensis, pero otras especies han resistido el ataque del voraz escarabajo.
Aberración ecológica
«Es incomprensible que se pueda llegar a cometer una aberración ecológica, paisajística y contra los derechos humanos, porque para Pere este jardín es su vida», comenta su abogada, que confía en que un recurso ante Bruselas evite que las máquinas entren en el jardín. Considera que la expropiación del terreno puede ser irregular, dado que está en una zona interfluvial. De hecho, la reserva botánica se halla entre los barrancos del Quisi y del Pou Roig, que metros después confluyen en la calle la Niña. «La legislación establece de forma taxativa que los terrenos interfluviales son inexpropiables», precisa la letrada.
