El escarpado litoral de la Marina Alta tiene su cara y su cruz. Sus recoletas calas atraen a miles de turistas. Y sus valores paisajísticos y naturales le han valido la declaración de LIC (Lugar de Interés Comunitario). Pero el LIC de Penya-segats de la Marina se cae, en algunos tramos, a trozos. Esa es la cruz. La erosión pasa factura. Y la Dirección General de Costas, que depende del Ministerio de Medio Ambiente, ya no quiere pagarla. Ha renunciado a llevar a cabo obras para consolidar los acantilados y evitar desprendimientos. De ahí que este verano las playas más bellas de la comarca, esas que surgen a los pies de los acantilados, se vengan abajo. De norte a sur de este litoral de penya-segats, hay un puñado de playas cerradas o con tramos acotados por peligro de caída de piedras.

En el Cap de Sant Antoni, en Xàbia, está la playa más septentrional que, más que desmoronarse, se ha perdido ya totalmente. Es la del Pope o el Tangó. Está cerrada. El peso de las piedras ha desgarrado las redes de metal que Costas instaló hace unos años. Aquí otras administraciones también tienen competencias. La playa está en zona portuaria y la conselleria de Infraestructuras debería reponer la grava que se han tragado los temporales. Pero ya se sabe: el uno por el otro, la casa sin barrer. Y este año el Ayuntamiento se ha visto forzado a clausurar este litoral dado que ya no es seguro para los bañistas.

Que Costas haya arrojado la toalla en los acantilados (las obras en altura resultan costosísimas y, al cabo de unos años, hay que sanear otra vez el talud y reparar las mallas de acero) ha dejado a los consistorios una difícil papeleta. El de Xàbia ha optado por actuar en la playa más turística, que es la de la Granadella. Arreglar las redes de acero le costó 15.000 euros.

También ha revisado las mallas dinámicas (en lugar de estar ceñidas al acantilado son verticales y frenan las rocas que se desprenden) de la playa de Ambolo, pero esta cala permanecerá un año más cerrada a los bañistas. Y lo está desde septiembre de 2006. El ministerio de Medio Ambiente realizó un año después obras que resultaron fallidas. No logró contener los desprendimientos. La playa seguió clausurada. Pero para los bañistas parece que eso es más un reclamo que un problema. Acuden a cientos cada día de verano.

Mientras que en el Moraig, en el Poble Nou de Benitatxell, todavía aguantan las redes colocadas en el cortado, las de las playas de la Calalga y el Borumbot, en Calp, están hechas jirones. El tramo final del Borumbot permanece cerrado con bloques de piedra de escollera. Un cartel advierte del peligro de desprendimientos. Pero los bañistas parecen ajenos.

En la Calalga, una céntrica playa que atrae a decenas de bañistas y que históricamente sufre graves problemas de erosión, el cartel parece invisible a los ojos de los turistas, hasta el punto de que algunos extienden allí mismo la toalla y se tumban a tomar el sol a los pies del acantilado.

El litoral de la Marina Alta presenta tramos inestables por esa abrupta configuración que, al mismo tiempo, es su gran atractivo y le da una belleza muy especial. Hay tramos que sufren un fuerte desgaste dado que el acantilado es de margas, una roca sedimentaria que se rompe fácilmente (los geólogos utilizan el término de friable). Pero las margas, por la calcita, hacen que los acantilados adquieran una espectacular tonalidad blanca. El Cap Blanc, en Moraira, es un ejemplo. La erosión lo castiga sin cesar, pero resulta de una belleza irresistible. La cara y la cruz de la costa de la comarca.