La Dirección General de Costas, que depende del Ministerio de Medio Ambiente, ya no quiere saber nada de los acantilados. Y municipios como Xàbia, cuyo litoral está salpicado de pequeñas calas rodeadas de precipicios, ya sufren las consecuencias. Su ayuntamiento se ha visto abocado a cerrar la cala del Pope o del Tangó. Las redes de acero que Costas sí instaló en 2006 (la cala ya estuvo clausurada durante el verano de 2005) ya no evitan los desprendimientos. De hecho, han caído grandes rocas que han acabado con lo poco que ya quedaba de playa. El consistorio valoró intervenir en este acantilado (es del del Cap de Sant Antoni), pero el presupuesto se iba por las nubes.
Con todo, cerrar la cala no entraba en los planes del ayuntamiento. A esta playa no acudían bañistas, ya que la regresión marina ha hecho desaparecer por completo la grava que sí abundaba hace años. Pero la conselleria de Infraestructuras ha creado un pequeño mirador y ha instalado cuerdas. Esta actuación ha atraído a turistas. El departamento municipal de Playas considera que corren un importante riesgo. Para evitar que bañistas y senderistas se adentren más allá del restaurante del Tangó ha colocado el cartel que prohíbe el paso.
El ayuntamiento sí ha reparado este año las redes de acero de la Granadella (15.000 euros) y de Ambolo. Esta última cala lleva cerrada desde septiembre de 2006. Sin embargo, los bañistas, al contrario de lo que ocurre en el Pope, siguen bajando a la playa.
El Pope debe su nombre a que aquí hace años se bañaba un religioso ortodoxo que huyó de Rusia al estallar la revolución bolchevique.
