Son las tres de la madrugada y los vecinos de la urbanización Jardines del Mar, en primera línea de la playa de les Marines, bajan a la calle malhumorados y desvelados. Otra noche sin poder dormir por el ruido de la sala de fiestas al aire libre del puerto. Para esta noche el pasado sábado, estaba anunciada una fiesta de disc jockeys. Esta discoteca, que lleva tres años dando que hablar (llegó a cerrar una playa del dique del puerto), tiene los altavoces orientados hacia el mar. La música no se oye en los barrios del puerto de Dénia.

Pero sí llega más que nítida a la calle Boga, que es la de las urbanizaciones del inicio de les Marines. «Es peor que un redoble de tambores», se queja Bernardino. «Yo, antes de venir a Dénia, pienso en el suplicio que es estar de vacaciones y no poder dormir», lamenta Carmen.

Una veintena de vecinos se reúne en la calle. Llaman a las 3.30 de la madrugada a la Policía Local. El vecino que está a este lado del teléfono insiste en que el Ayuntamiento no vela por que se cumpla la ley contra la contaminación acústica ni la ordenanza de convivencia ciudadana. Otra residente de Jardines del Mar vuelve a llamar a la policía 15 minutos después.

La sala de fiestas funciona desde hace tres años y tiene concesión de la Dirección General de Puertos (conselleria de Infraestructuras). También cuenta con licencia municipal de actividad. Cierra a las 7.30 horas de la mañana. Los vecinos lo saben porque han acudido al Ayuntamiento a revisar el expediente y porque cuando, de madrugada, llaman a la Policía Local para quejarse del ruido, los agentes les contestan que, administrativamente, la discoteca cumple con todo.

Pero esta noche los agentes sí acuden a la calle Boga. Ya son las cuatro de la madrugada y, como uno de los residentes comenta, los policías pueden comprobar con «sus propias orejas» la matraca. Levantan acta del ruido y la acompañan con los datos de los vecinos que, desvelados, han protagonizado esta trasnochadora protesta.

Pero los propios agentes confiesan que «más no podemos hacer». Admiten una cierta impotencia para atajar las molestias de una discoteca que, situada en la zona portuaria, escapa a la jurisdicción municipal. Afirman que cuando los jóvenes que están de marcha los ven asomar los abuchean, silban e insultan.

Alrededor de la discoteca, en la zona de la playa del Raset, prolifera el botellón. Los policías no pueden identificar a los jóvenes, aunque sí consiguen que se dispersen. Pero, al poco, otra vez corre el alcohol. El domingo toda esta zona amanece repleta de desperdicios.

La patrulla policial se marcha de la calle Boga. La noche del sábado es para los agentes un no parar. Antes aseguran que las actas que levantan sí hacen camino y se remiten a la conselleria de Gobernación.

Los vecinos se lo toman con esceptismo. Y les llama la atención que la Policía no pueda realizar a cualquier hora y sobre todo en pleno mes de agosto una medición de ruido y decibelios. Al parecer la única técnica municipal capacitada está de vacaciones.

La música no parará hasta que amanezca. Los vecinos se retiran a sus casas. Ninguno confía en que esta noche sea distinta y puedan, por fin, dormir a pierna suelta.