Los chalés de los acantilados y los construidos en fuertes pendientes tienen los días contados en Xàbia. El nuevo Plan General ya no permitirá un urbanismo que este municipio casi ha convertido en seña de identidad. Algunos de los chalés más espectaculares y caros se han edificado en la ladera del cabo de Sant Antoni (las urbanizaciones de la Corona y la Cuesta de San Antonio son dos claros exponentes), en los acantilados del cabo de la Nau y Ambolo o en la Granadella.

La Conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente en el documento de referencia que ya ha remitido al Ayuntamiento de Xàbia impone una limitación que finiquita ese modelo de casas que trepan montaña arriba. "No es posible -precisa ese documento- la edificación ni urbanización de terrenos que tengan pendientes superiores al 50%".

El nuevo PGOU todavía tardará en aprobarse, pero esta restricción a construir en las laderas más pronunciadas no parece tener vuelta atrás. De hecho, la Conselleria la incluye tras un informe del Servicio de Paisaje que recuerda que el artículo 33 de la Ley de Ordenación del Territorio y Protección del Paisaje ya deja claro que no se pueden alterar las pendientes naturales "ni la topografía actual de un territorio". Esa normativa también impide edificar en "elementos dominantes" de paisaje o visuales como "las crestas de las montañas, los bordes de acantilados y la cúspide de terrenos".

Vistas del Montgó y el Tossal Gros

El Servicio de Paisaje también advierte de que los futuros desarrollos urbanísticos "no deberán interferir en las vistas hacia el Montgó, el Tosal Gros o la Granadella".

El urbanismo, por fuerza, debe cambiar su punto de vista. Con el PGOU de 1991 y con el urbanismo anterior se edificaban chalés desde los que se contemplaban paisajes espectaculares. Una de las panorámicas más seductora era la de la bahía de Xàbia. Ahora, en cambio, desde abajo, al levantar la vista, se deberían divisar las montañas libres de chalés. Eso ya es imposible en muchas zonas donde, pese a las pronunciadas laderas, se ha ganado terreno con grandes desmontes y altos y escalonados muros.

El modelo de los chalés edificados en el borde de los acantilados tiene, además, otro problema. En los últimos años, se ha producido más de un desprendimiento que ha confirmado que este urbanismo implica riesgos. Dos derrumbes en el Cap Negre afectaron a terrazas y a las parcelas de chalés y otro en la zona del Portitxol arrastró hasta abajo del acantilado parte de una piscina en construcción. Hay, por tanto, más inconvenientes que el del impacto paisajístico para finiquitar este urbanismo de vértigo.