Una ayuda para la economía familiar, su apego al mar pero sobre todo un espíritu emprendedor y aventurero llevaron a José Zaragozí a convertirse en uno de los últimos constructores de pesqueras, infraestructuras típicas de la Marina Alta que antaño se usaban para pescar. Todavía es posible encontrar alguna colgada en los escarpados acantilados desafiando los embates del viento y del mar.

Este jubilado calpino es de los pocos referentes vivos que conocen de primera mano esta peculiar actividad, bastante desconocida fuera de esta comarca del norte de la provincia de Alicante. Zaragozí explicó a este periódico en qué consiste este estilo de pesca que practicaban principalmente personas dedicadas a la agricultura y ganadería y que hicieron de esta técnica, además de un modo de ganar un dinero extra y llevar pescado fresco para la alimentación de la familia, una afición.

Levantar esta estructura es trabajo harto complicado debido a lo abrupto del lugar en el que se encuentran, indica. Así, una pesquera consiste en una plataforma situada en la parte baja de un acantilado, en un lugar estratégico poco explotado y poco frecuentado por los barcos pesqueros. Para acceder a ella se coloca desde la parte superior del acantilado una serie de cuerdas, escalas y anclajes fijados a las rocas, que pueden llegar a alcanzar más de 50 metros. Asimismo, como se suele pescar de noche, se construyen refugios en las rocas o se aprovechan cuevas existentes para guarecerse y descansar en ellas.

De hecho, la primera dificultad estriba en "acarrear el material por la montaña y bajarlo por los riscos" hasta el punto elegido, cuenta. Calcula que las primeras se hicieron antes de la guerra. En la actualidad quedan en Calp cinco de ellas, situadas en la Sierra de Toix.

José Zaragozí relata cómo se aficionó en su juventud a la pesca en su pueblo natal, Calp.

"En Toix había unas pesqueras abandonadas desde hacía por lo menos 30 años, así que a unos amigos y a mí se nos ocurrió arreglarlas. Lo primero fue ir a pedir permiso a los propietarios de una de ellas que vivían en el pueblo vecino de Benitatxell". narra Zaragozí Los dueños no pusieron inconveniente salvo la condición de que cuando estuviera acabada pudieran ir a pescar desde ella, explica José. Y así fue. "La verdad que aprendí mucho de ellos, ya que yo con mi método de uno a uno cogía poca cosa. Ellos ponían en la caña un cebo y cuando se acercaban los calamares y estaban todos juntos con un salabre los capturaban". "Pescábamos sepia y calamar, de febrero a abril", rememora con nostalgia.

Desde arriba del acantilado hasta la cueva donde tenía montado el "comedor y el dormitorio" había 50 metros y desde allí hasta la plataforma otros 50 cuenta este veterano pescador divertido. Asegura que nunca tuvo miedo y que su madre siempre le decía que si le obligaran a ello seguro que no lo hacía con tantas ganas.

Las pesqueras que Zaragozí arregló y fabricó en Toix suman cuatro. Recuerda cómo para hacer una de ellas ató la cuerda a un olivo para descender por el acantilado. "Antiguamente las plataformas eran de cañizo, pero nosotros las hacíamos también de hormigón".

Quien tenga la oportunidad de navegar por los alrededores de los acantilados de Denia, Jávea, Moraira, Benitatxell y Calpe en la Marina Alta, cuando vea las escalas y plataformas, que aún resisten colgadas en las rocas podrá imaginar, aunque parezca misión imposible, a estos intrépidos hombres convertidos en improvisados pescadores, trepando por las paredes de roca.

Nadie ha tomado el relevo en el acantilado

José Zaragozí "rescató" las pesqueras en Calp y durante años practicó con sus amigos este arriesgado y peculiar método de pesca de calamar y sepia. Sus problemas de espalda y el frío que pasaba hicieron que fuera dejando de acudir a su cita. No obstante asegura que aquellos tiempos le traen muy buenos recuerdos. Hace ya 15 años que no va, y que él sepa nadie ha tomado el relevo, a excepción de las gaviotas.