Varios metros cuadrados de suelo urbano consolidado han terminado esta semana en el fondo de un acantilado del Cap Negre de Xàbia. Un desprendimiento ha dejado a un paso del abismo a los chalés construidos a principios de los años 80 en este escarpado y peligroso litoral. Sus propietarios y el Ayuntamiento de Xàbia, cuando hace unos meses la Dirección General de Costas -que depende del Ministerio de Medio Ambiente- planteó un nuevo deslinde que protegía estos acantilados, olvidaron la amenaza de los desprendimientos y, por contra, invocaron los derechos urbanísticos adquiridos. Esos derechos se han ido ahora precipicio abajo.

El derrumbe ha demostrado que Costas no estaba tan desencaminada cuando establecía en los acantilados una servidumbre de protección de cien metros. El Consistorio recurrió el deslinde porque contradecía su planeamiento urbanístico. Reclamó que en suelo urbano (por ejemplo, el Cap Negre) la línea de protección fuera sólo de 20 metros. Los dueños de los chalés de los acantilados también alegaron contra las restricciones urbanísticas que pretendía imponer Costas.

Ahora, tras los desprendimientos, cualquier restricción parece poca. Este urbanismo que se asoma al vacío da vértigo; está aquejado de mal de altura. Además, en ese frente litoral del Cap Negre, donde han ocurrido los derrumbes, los chalés forman una barrera infranqueable, que tiene su punto débil por el mar. La erosión ya ha socavado cimientos de terrazas y jardines y amenaza los de las viviendas.

Así, ante las lluvias torrenciales y los violentos temporales marítimos, al final, resulta imposible dominar la naturaleza inestable de los acantilados y la dinámica del litoral. La cala del Moraig del Poble Nou de Benitatxell es un ejemplo muy claro. El Ayuntamiento, gobernado por el PP, tras un temporal que ha destrozado el aparcamiento de esta playa, se ha afanado en pedir a la Dirección General de Costas que repare los daños.

La práctica urbanística de edificar chalés en los acantilados no es, ni mucho menos, exclusiva de Xàbia. En Calpe, donde la Dirección de Costas también ha presentado una propuesta de deslinde, hay incluso un edificio de apartamentos construido sobre el precipicio. Los desprendimientos en su terraza, así como en el talud sobre el que está la finca, mantienen cerrada desde principio del pasado verano la playa del Borumbot. La presión del Ayuntamiento y los propietarios ha provocado que Costas haya corregido el deslinde para reducir a veinte metros los cien de servidumbre de protección.

Pero el caso más llamativo es el de la urbanización Cumbre de Sol, en el Poble Nou de Benitatxell. Este plan parcial de 378 hectáreas se ha desarrollado en los cortados y laderas del Puig de la Llorença, una montaña litoral de 445 metros de altura. Sobre precipicios de más de cien metros hay auténticos nidos de chalés. Todavía hoy se edifican nuevas viviendas colgadas de los acantilados. Cumbre del Sol es un laberinto de calles y chalés en el que viven unas 900 personas.

Aunque todo este abrupto litoral forma el Lugar de Interés Comunitario de Penya-Segats de la Marina, los intereses urbanísticos se siguen imponiendo. Sólo el cabo de Sant Antoni (parque natural del Montgó), el Portitxol, la Granadella o el Peñón de Ifach son islas verdes en una costa fuertemente urbanizada.

Los últimos temporales, que se han tragado las playas del litoral norte de Dénia, y los desprendimientos en los acantilados demuestran que la costa está viva y experimenta cambios.