En una pequeña aldea situada en las montañas había un mago. Este mago ofrecía su magia haciendo trucos con la fruta para que niños y mayores pudieran comer, hacer un juego y disfrutar de los grandes beneficios que estos alimentos nos dan a diario.

Como todos los lunes de la semana esperaba en la placita mayor y mostraba su truco del exprimidor. Este era el truco que más le gustaba a los niños porque sorprendía con un gran exprimidor de zumos. Enseñaba el recipiente vacío, cortaba naranjas por mitades iguales y al ponerlas encima las tapaba con un mágico pañuelo muy grande de color naranja cuando lo quitaba veían cómo aparecía lleno de exquisito líquido invitándoles a beber en unso bonitos vasitos de colores que ellos tomaban con mucho agrado.

Un día el mago les ofreció irse con él y con su monitor de excursión. Parecía que iba a ser como cualquier otra, estuvieron andando casi media hora y quisieron tomar un descanso, pero de momento algo apareció delante de sus ojos una gran chistera de color verde, el mago reveló que tenía tres trucos especiales para ellos, todos tomaron asientos rápida y felizmente, todo se puso en silencio y comenzó la actuación.

Primer truco: el mago sacó dos preciosos melones, cuchillos y palillos de dentro de esa chistera tan misteriosa lo lanzó todo al aire y se convirtieron en unas brochetas tan frescas y jugosas que a los niños se les hacía la boca agua deseando comerlas al instante.

Segundo truco: volvió a coger su chistera sacó unos polvos mágicos echando a unas fresas silvestres que encontraron en el camino y de repente hizo aparecer una deliciosa tarta que dejó boquiabiertos a todo el mundo.

Tercer y último truco: el más maravilloso, el mago al zarandear su mano de repente empezaron a salir muchas frutas variadas: peras, manzanas, plátanos, cerezas, etcétera, todo se convirtió en un arco iris de colores y apareciendo una deliciosa macedonia donde todos los niños los empezaron a comer alegramente.

Al día siguiente el mago, aún no satisfecho, decidió dar el gran toque final. Metió de nuevo la mano en su chistera y sacó unos duendecillos que se encargaron mágicamente de cultirvar un maravilloso huerto al momento de donde recogieron verduras y hortalizas que fueron metiendo dentro de una gran olla cocinando un delicioso puré del cual disfrutaron del gran sabor que nunca habían probado y tantas veces no habían querido comer en sus casas.

Al volver a la aldea los niños empezaron contarles a sus padres los maravillosos trucos que habían presenciado en la excursión. Los padres estaban contentos porque sus hijos habían comprendido el mensaje de lo importante que es tomar fruta todos los días.

Los niños ya habían aprendido el valor de las frutas y verduras, el mago se tuvo que despedir para ayudar a otros niños, al enterarse todos los aldeanos decidieron hacerle una grandiosa tarta homenaje de pera y manzana que al amanecer la llevaron a la salida de la aldea para ofrecérsela antes de su salida llevándose este una gran sorpresa, entonces el mago invito a todo el mando a comer tarta y todo los niños empezaron a vivir desde ese día más sanos y felices.