Cuando el 15 de marzo de 2011 algunos sirios salieron a las calles contra el presidente Bashar al Assad seguramente pocos pensaban que lo que era una protesta tras la estela del éxito de las revoluciones en Túnez y Egipto acabaría en una cruenta guerra civil que siete años después sigue abierta y sin visos de cerrarse a corto plazo.

Siete años en los que millones de vidas se han visto truncadas y en los que los Derechos Humanos y por el Derecho Internacional Humanitario han sido pisoteados por todos los bandos, según se han encargado de denunciar reiteradamente desde la ONU y desde las organizaciones de defensa de los derechos fundamentales.

Esta semana, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, un organismo que desde que estalló el conflicto ha estado haciendo seguimiento con fuentes dentro del país de las consecuencias de la violencia, cifró en más de 511.000 los muertos en estos siete años, de los que más de 106.000 son civiles y 15.500 son niños.

Estos últimos, como en todos los conflictos, son las principales víctimas, expuestos como están a los efectos físicos pero también psicológicos que el ser testigos un día sí y otro también a hechos violentos tiene sobre sus vidas. De los 13,1 millones de personas que la ONU estima que necesitan ayuda humanitaria para subsistir dentro del país, el 40 por ciento son menores de edad.

Según los datos del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), los niños víctimas del conflicto aumentaron un 50 por ciento en 2017 con respecto a 2016. Así, la agencia contabilizó al menos 910 menores muertos --más de dos al día-- y otros 360 heridos. "2017 fue el año más mortífero para los niños en la guerra de Siria", denuncia el coordinador humanitario regional para la crisis de Siria, Panos Moumtzis, subrayando que "hay un niño y una familia de luto detrás de todas y cada una de estas cifras".

Los niños suponen también en torno a la mitad de los millones de sirios que se han visto desplazados, en muchos casos en más de una ocasión, y que han optado por buscar refugio principalmente en los países vecinos para escapar de las acciones tanto del Gobierno de Al Assad, como de los rebeldes y de grupos terroristas como Estado Islámico o el Frente al Nusra (la antigua filial de Al Qaeda).

Desplazados y refugiados

Unos 6,1 millones de sirios han buscado un lugar seguro dentro de los confines de Siria, mientras que otros 5,6 millones han optado por refugiarse, mayoritariamente en los países de la región, siendo Turquía el que más refugiados sirios acoge, con 3,3 millones. La ONU prevé que este año podrían verse desplazados otros 1,5 millones de sirios este año.

Las condiciones de vida de los refugiados distan en muchos de los casos de ser las idóneas y, por ejemplo, en el caso de Líbano, el 70 por ciento de ellos viven bajo el umbral de la pobreza, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Tampoco son mejores para quienes están en Siria, ya que se estima que el 69 por ciento de los sirios viven en la pobrea extrema, mientras que la proporción de familias que gastan más de la mitad de sus ingresos anuales en alimentos ha aumentado hasta alcanzar el 90 por ciento, algo que se explica por el hecho de que el precio de los alimentos es ahora ocho veces mayor que hace siete años.

Pese a ello, algunos sirios han comenzado a regresar a sus casas, aunque en lugares como Raqqa, liberada de Estado Islámico el pasado octubre, la presencia de artefactos explosivos sigue suponiendo una amenaza. Según las ONG, unos 66.000 refugiados y 655.000 desplazados internos regresaron a sus lugares de origen en 2017, si bien por cada familia que regresó otras tres se desplazaron.

Actualmente, unos 6,5 millones de sirios se encuentran en situación de inseguridad alimentaria, es decir, tienen problemas para acceder a alimentos para subsistir y otros 4 millones más están en riesgo de verse abocados a esta situación en 2018, ha advertido el Programa Mundial de Alimentos (PMA), subrayando que esta última cifra supone el doble que hace un año.

Sin educación y atención sanitaria

Uno de los peajes que los niños han tenido que pagar como consecuencia del conflicto, que para muchos es la única realidad que conocen en su corta vida, es no poder acceder a la educación a la que tienen derecho. Unos 1,75 millones de niños de entre 5 y 17 años no pueden ir a la escuela y alrededor de un tercio de las mismas han quedado destruidas por la violencia.

En el caso de los niños refugiados, según ACNUR, el porcentaje de los que asisten a la escuela ha aumentado en los últimos años y actualmente el 43 por ciento de los 1,7 millones de refugiados en edad escolar no tiene acceso a la educación.

Otro de los sectores que se ha visto fuertemente golpeado por estos siete años de guerra civil ha sido el de la salud. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de la mitad de los hospitales públicos y centros de salud han cerrado o funcionan de forma parcial y se estima que hay más de 11,3 millones de sirios necesitados de atención sanitaria, de los que 3 millones presentan heridas o discapacidades.

En los últimos tiempos, los ataques contra las instalaciones y el personal médico se han convertido en una constante en Siria, según han denunciado reiteradamente organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) o Médicos Sin Fronteras (MSF), entre otras organizaciones. Los datos de la OMS apuntan que en los dos primeros años de 2018 se han contabilizado 67 ataques verificados contra personal e instalaciones médicas, lo cual supone un 50 por ciento más que el total registrado en 2017.

"Esta tragedia sanitaria debe acabar", reclama el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, subrayando que estos ataques "reducen el acceso a la sanidad a personas vulnerables" necesitadas de ello.

Los distintos actores armados tampoco están respetando la prohibición de reclutar a menores. "En 2017, el 25 por ciento de los casos (de reclutamiento) implicó a niños y niñas menores de 15 años", denuncia Moumtzis, advirtiendo de que esto es "un crimen de guerra y está prohibido por el Derecho Internacional Humanitario".

"Nueve de cada diez menores reclutados realizó un papel de combate: uniformados, armados y con entrenamiento militar. Al crecer rodeados del conflicto, podrían tener pocas opciones o alternativas, podrían no tener otra salida, ya que la muerte o la detención por el otro bando podría esperarles", explica el responsable de la ONU, que habló esta semana ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Ante este desolador panorama, no es de extrañar que el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, hable de "colosal tragedia humana" en Siria. "Por el bien de los supervivientes, ya es hora de poner fin a este devastador conflicto. No hay ganadores claros en esta insensata búsqueda de una solución militar, pero resulta fácil ver quién pierde: el pueblo de Siria", añade.