Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una UE sembrada de nacionalismos

Hay diferentes territorios en Europa con pulsiones nacionalistas similares a las de Cataluña y el País Vasco. Córcega y Padania son dos ejemplos

n Revisando la Historia, existen diversos territorios de la UE con nacionalismos similares al catalán y vasco, con distinto arraigo según las peculiaridades de cada país. Entre ellos, destacan los nacionalismos de la Córcega francesa y la Padania italiana, que se asientan en democracias consolidadas y, debido a ello, finalmente se han integrado en sus diversas instituciones políticas. Me explico: Las raíces de Córcega proceden de la República de Génova (de la cual se independizó en 1729), declarándose la República Corsa en 1755 por Pasquale Paoli; aunque trece años después (1768) fue fagocitada por Francia. Posteriormente, en el siglo XIX, existió una corriente política proitaliana y durante la II Guerra Mundial Italia recuperó temporalmente la soberanía de la isla.

Durante la segunda mitad del siglo XX, el nacionalismo corso fue entendido como un legado cultural con reivindicación lingüística, hasta que surgieron varios movimientos secesionistas constituyentes del Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC), que inició la lucha armada contra Francia. Finalmente, cuando llegó François Mitterrand al Elíseo (1981), se aprobó un Estatuto de Autonomía que se amplió en los años 1990 y 2001 por el que obtuvo un aceptable grado de autonomía institucional, fiscal y cultural; reconociéndose explícitamente al pueblo corso y su lengua (aunque como parte del pueblo francés), tras lo cual, en el año 2003, el FLNC cesó sus actividades violentas.

El caso de la Padania italiana es similar, aunque con matices distintos: el nacionalismo padano nació a principios de 1991 en el norte de Italia (Toscana, Lombardía, Piamonte, Emilia Romana y el Véneto), implicando el 53% del territorio italiano y 27.877.257 habitantes. Los partidos nacionalistas de estas regiones confluyeron en la denominada Liga Norte con el propósito de enfrentarse a la política centralista del Gobierno de Roma, que, fundamentalmente, financiaba las regiones menos prósperas del sur de Italia con los impuestos recaudados en la Padania. Esta solidaridad interterritorial fue considerada abusiva por los padanos, surgiendo el eslogan: «Roma nos roba». ¿Les resulta familiar?

En 1996, su líder, Umberto Bossi, declaró la República Federal de la Padania en Venecia, configurando un Gobierno en la sombra y un Parlamento con sede en Mantua. Dicho acontecimiento coincidió con el punto más álgido de la Liga Norte en unas elecciones nacionales, obteniendo el 10% de los votos. Sin embargo, posteriormente, coincidiendo con la asociación de Bossi con Silvio Berlusconi, la Liga Norte anunció su renuncia a la independencia de la Padania para transformar Italia en Estado federal con descentralización administrativa y un explícito federalismo fiscal que les permitiera recaudar más recursos propios. El acuerdo fue pactado en 2011, aunque la reforma constitucional hacia el federalismo está paralizada por el rechazo, en referéndum, de la Italia meridional.Nacionalismos latentes

Además, existen otros nacionalismos latentes en el resto de la UE, como en Cerdeña (de vínculos históricos con la corona de Aragón entre los siglos XIV-XVIII), Flandes (donde, con la secesión, Bélgica perdería más de la mitad de habitantes); Baviera (donde hay un 33% de la población favorable a la secesión por ser el «länder» que más aporta al Fondo de Solidaridad); Tirol del Sur (anexionado a Italia después de la I Guerra Mundial, pero de cultura austriaca); Escocia (Estado soberano hasta 1707) o el antiguo polvorín del Ulster -que se puede reactivar con el brexit por la presión de los nacionalistas del Sinn Fein-.

Dicho esto, las similitudes existentes entre estos procesos merecen una reflexión: de entrada, el nacionalismo sensato (no secesionista ni excluyente) implica un sentimiento de identidad propio de un pueblo con una determinada historia, cultura y lengua. Dicho sentimiento no se erradica por la fuerza, por lo que el país que lo acoge debe aceptarlo como un activo del patrimonio social. Así, cuando Francia reconoció explícitamente al pueblo corso (aunque unido a la metrópoli) y suavizó la centralizada Administración francesa, el independentismo corso remitió. Ahora, en la primera vuelta de las elecciones regionales corsas (3-12-2.017), los nacionalistas han vencido por mayoría absoluta.

A su vez, el caso de la Padania ilustra los efectos de una declaración de independencia unilateral generada por un tema económico: así, el suflé secesionista se desvaneció con gestos simbólicos y los nacionalistas renunciaron a la independencia para conseguir un «federalismo fiscal».

En definitiva, la Historia nos enseña que el nacionalismo es un movimiento que no debe ser ignorado porque puede degenerar en independentismo. Consiguientemente, procede reconducirlo con el diálogo para integrarlo en un marco estatal federal descentralizado, previa reforma de la legislación, para evitar que un tema político se convierta en jurídico.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats