Quede claro que Theresa May ha quedado mucho más cerca de la mayoría absoluta que Mariano Rajoy, salvo que la primera ministro británica ya disponía del control del Parlamento, que ahora ha perdido por su propia voluntad de doblar la apuesta. Ha reducido su ventaja en más de cuarenta escaños. Aunque el voluntarioso 'The Sun' la bautizó como 'la nueva Maggie', Theresa May es Margaret Thatcher menos el blindaje, la Dama sin Hierro.

Por eso, 'la vieja Maggie' pinchó en su discurso de indignación del pasado domingo, tras la tercera carnicería islámica en el Reino Unido. Donde su predecesora hubiera infundido el pánico en Isis, la ganadora a medias apenas si suscitó conmiseración y un repaso a sus culpas en la hemeroteca. De ahí que en el Reino Unido no pueda descartarse ni una "coalición del caos", en la expresión que utilizó May para describir una alianza al mando de su rival Jeremy Corbyn tras el resurgir de los demoliberales del Lib Dem. En efecto, una hipótesis equivalente a que Pedro Sánchez hubiera gobernado en España.

Adelantar las elecciones para perder la llave mágica de la mayoría absoluta no es solo una medida suicida, sino que despierta los instintos homicidas en las propias filas de los tories. Se acaba de consolidar una mayoría sin May, a falta de que la derecha encuentre un sucesor en condiciones. De nuevo, Rajoy suspiraría por un resultado que en España equivaldría a 170 diputados sobre los 176 que marcan la hegemonía. Sin embargo, el precedente británico garantiza que el presidente del Gobierno español no adelantará elecciones con la alegría que suponían sus valedores. Los votos los carga el diablo, apurar hasta las heces un ejecutivo desmantelado e impulsor del fraude fiscal es preferible a someterse al veredicto de las urnas.

May se medía a sus expectativas. Deseaba repetir la apabullante victoria de Thatcher en 1983, y se queda con la misma ventaja que Angela Merkel en Alemania. Otra vez, no es lo mismo alcanzar el mismo punto en ascenso que en descenso. La líder conservadora es la candidata diseñada por el Daily Mail, un diario aislacionista tan peculiar que no goza de comparación ni en los medios españoles más cerriles. Aunque el estancamiento de la derecha británica se atribuirá fundamentalmente a la gestión del terrorismo, ha influido más la voluntad de May de que los jubilados aporten su vivienda en garantía de la asistencia sanitaria y social que reciben. Tuvo que rectificar.

En efecto, los ancianos votan a May y los jóvenes a Corbyn, gana la primera porque los jubilados son más diligentes. El candidato laborista ha tenido a los medios británicos en contra con mayor furia que la suma de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en España. En el reparto artillero, Tony Blair ha jugado el papel de Felipe González, encabezando el fuego amigo. Sin embargo, Corbyn se ha destapado como un excelente polemista durante la campaña, sin apearse de sus convicciones. Es posible que le haya faltado una semana para igualar o desbancar a su rival. Muy cercano al Bernie Sanders norteamericano, se le ha perdonado incluso el error habitual de la izquierda frente al yihadismo, elevar a los terroristas a casi víctimas y degradar a las víctimas a casi terroristas.

May gana pero va a menos, Corbyn pierde pero va a más. Salvo Merkel, ningún gobernante europeo de alto nivel ofrece garantías, y también la cancillera alemana gobierna en coalición. Los ingleses no se han mostrado disconformes con el brexit, pero tampoco han dejado claro quién debe gestionarlo. May marca un retroceso respecto a su predecesor David Cameron, en todos los sentidos. En Francia y en el Reino Unido funcionan los sondeos a pie de urna, otra diferencia con España.