En un par de años Chicago inaugurará la espectacular Biblioteca Presidencial de Barack Obama. Para entonces los logros y errores de sus dos mandatos serán mucho más fáciles de juzgar que hoy, aún carentes de esa sabia perspectiva que da el tiempo. De momento, está claro que si algo consiguió Obama fue ilusionar a una nación y elevar la autoestima de sectores de población casi marginales, poco mimados por los poderes públicos, que por primera vez creyeron verse representados en un hombre que de marginal no tiene nada y que habla como un auténtico mago de la dialéctica. Anoche, en el centro de Convenciones McCormick, junto al imponente lago Michigan, en la ciudad de Chicago, el mandatario saliente lo demostró una vez más cuando instó a los estadounidenses a creer en su capacidad para promover cambios."Les pido que crean", para cerrar con la frase que le llevó al triunfo: "Sí, podemos. Sí, lo hicimos".

En su discurso de despedida -tradición iniciada por George Washigton-, Barack Obama, que sólo tiene 55 años, confirmó que es el mejor orador que han dado los Estados Unidos en décadas. Ocho años en la cúspide del poder le han dejado el cabello blanquecino, alguna que otra arruga y tal vez, una actitud más comedida y hasta algo cínica. Un Obama, emocionado y entregado a su gente, relató sus logros, entre los que pasó de puntillas por la economía y la educación y sí destacó el criticado deshielo de las relaciones con Cuba, la aprobación de las uniones de personas del mismo sexo y la reforma sanitaria que Trump ha prometido derogar en parte. Realmente todo esto carece de importancia porque Obama sabe perfectamente que pasa a la historia por haber sido el primer presidente negro (concretamente mulato) en un país en el que ser negro aún supone tener que luchar más que otros para conseguir las mismas cosas. Este hombre que se va alertando sobre la necesidad de preservar la democracia americana de las amenazas que se ciernen sobre ella (véase la llegada de Trump al poder), no es el mismo que llegó con las mangas de la camisa dobladas, dispuesto a repartir esperanza y audacia de costa a costa. "La audacia de la esperanza" es el título de uno de sus libros y a esa esperanza volvió a apelar, repitiendo el lema de su campaña: "Yes, we can" ("Sí podemos", que no "Sí se puede", como traduce en descarada copia el partido también llamado Podemos).

Llamó a la acción para combatir cuatro "amenazas a la democracia": grietas en la solidaridad de Estados Unidos como nación; unos contra otros en beneficio de los ricos; un retroceso de los hechos y argumentos razonables, y una apatía hacia la protección de la democracia. "Nuestra Constitución es un regalo extraordinario y hermoso. Pero en realidad es sólo un pedazo de pergamino ", dijo Obama, instando a la movilización.

"Lo hicimos", añadió el presidente. Es cierto. Obró casi un milagro. Ver a un negro sentado en el trono de la Casa Blanca era impensable hace treinta o cuarenta años. Pasarán lustros para que otro candidato movilice a las masas como lo hizo él. Pero el color de la piel no es sinónimo de acierto ni error y en ese aspecto Obama se marcha con resultados discretos, el amargo sabor de la derrota demócrata del pasado noviembre y el trago aún más duro de asimilar que deberá ceder el testigo a Donald Trump, su completa antítesis. El ya casi expresidente quiere trabajar para impulsar a nuevos líderes demócratas; ayudar a luchar contra las noticias falsas, (algo contra lo que también alertaba Washington, no hay nada nuevo bajo el sol); escribir sus memorias y montar su biblioteca presidencial, el memorial al que tienen derecho todos los ex inquilinos de la Casa Blanca.

A Michelle le ha prometido llevársela de vacaciones a un lugar soleado, quien sabe, tal vez al sur de España que tanto les gusta. Al regreso la familia se instalará en su nueva casa del barrio de Kalorama, un vecindario lujoso en el centro de Washington donde serán vecinos de Ivanka Trump y su familia, que desembarca en la capital política del país para asesorar al nuevo presidente. Y es que aunque el asesor oficial es su yerno, Jared Kushner, no es ningún secreto el gran poder de la hija mayor del empresario neoyorkino.

Obama deja la presidencia, muy a su pesar, pero se mantiene cercano al poder. Este abogado que empezó defendiendo los derechos sociales en barrios pobres de Chicago, hijo de una antropóloga blanca de Kansas y de un economista negro de Kenia, tiene la vida resuelta y seguro que es lo bastante inteligente como para no seguir los pasos de los Clinton.