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Un debate alemán

Un debate alemán

Escuché días atrás en un canal público de la televisión alemana un animado debate en torno a lo que puede significar la victoria de Donald Trump para los europeos. Participaban en él un destacado político socialdemócrata, un historiador, una eurodiputada de la derechista Alternativa para Alemania (AfD), un veterano corresponsal y una analista económica alemana que vive en EE UU. Fue curioso escuchar los reproches de arrogancia moral que tanto el historiador como la representante de AfD hicieron a la canciller Angela Merkel por osar recordarle al próximo presidente de EE UU la necesidad de respetar los valores democráticos compartidos.

Interesante además que la diputada de la xenófoba AfD criticara a su Gobierno por exigir a Washington el respeto de los derechos humanos en materia de refugiados cuando Berlín, según dijo, no hace ascos a colaborar con un país como Turquía. Podría haber metido por cierto en la misma lista a otros países aliados de Occidente tan poco democráticos como las monarquías árabes del Golfo, lo cual demuestra la doble vara de medir de nuestros gobiernos.

Fue también curioso el que se calificase de paradójico que Trump se ponga duro con los aliados europeos, reclamándoles que paguen si quieren que EE UU los defienda, mientras parece tratar al presidente ruso casi como a un amigo con el que será fácil entenderse. Nadie discutió la necesidad de que Europa haga más por su propia defensa, aunque el participante socialdemócrata puso en tela de juicio que todo sea una cuestión de armamento cuando deben funcionar mejor la diplomacia y las medidas creadoras de confianza.

En lo que pareció existir casi total unanimidad fue en el análisis de por qué los ciudadanos, tanto de EE UU como los europeos, se echan en brazo de líderes populistas como Trump y están dispuestos a creer cualquiera cosa. Los ciudadanos se sienten incomprendidos y huérfanos de los partidos tradicionales, que no los escuchan y tienden a parecerse cada vez más entre ellos sin llegar a ofrecerles a los electores claras alternativas.

Como explicó metafóricamente la analista financiera participante en alusión al crecimiento de la extrema derecha en todas partes, estamos en un Titanic que se acerca peligrosamente a un iceberg sin que quienes están al mando parezcan darse por enterados. Pronto, advirtió, será demasiado tarde.

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