En la radio, internet y las redes sociales un mensaje confuso: "Ha ganado Trump". Es el millonario de color naranja y peinado imposible que protagoniza las noticias y chistes que circulan en los grupos de Whatsapp desde hace meses que la gente mira cuando no está concentrada en tratar de mantener su trabajo y su estado de ánimo. La calle no sabe mucho más de esto. Demasiado lejano. Si insistes, te diré que no me gusta, pero tampoco sé por qué, ni tengo tiempo para explicármelo. ¿Machismo, muros, guerras? No sé, puede ser. A ver. Así opina la calle cuando se la atraca pidiéndole una opinión sobre el nuevo hombre más poderoso del mundo, Donald Trump.

«No es una cosa que siga mucho, pero parece que era un candidato de chiste por lo poco que he seguido. Según nos venden parece que todo se va a acabar y que EE UU ya no va a ser lo que era». Es lo que percibe Javier, un informático de Alicante que ronda la cuarentena. Una historia americana que se han empeñado en hacer importante.

En la tienda de moda que hay cruzando la calle, la dependienta, María Dolores Marhuenda, no tiene inconveniente en dejar claro lo que opina de Trump: «No me gusta, no estoy de acuerdo, me parece fatal lo que dice este señor». Su cara dice más que sus palabras, su rechazo es más visceral que reflexivo. Se diría que a Trump no lo ha escuchado nunca, sino que lo ha percibido. Cree que su intención es hacer una guerra.

Abordamos a dos empleadas que fuman un cigarro en la puerta de una tienda. "¿Trump? Somos mujeres. Ya se sabe lo que opinamos las mujeres". Y siguen con su charla.

Resulta difícil sacar opiniones de más de tres segundos, aún más complicado que los viandantes regalen un minuto para un vídeo. "Se va a liar... Pero no sé nada de política" se interrumpe un joven que espera a su novia tomando un café . "Es que estoy intentando entender lo que ha pasado todavía" cuenta una mujer con cara de haber optado por reírse en vez de llorar. "Yo no quiero decir nada, que soy de Trump y cada vez que digo algo me machacan", aporta una chica de chaqueta roja y gafas negras con aire a Sarah Palin. "Me parece fatal, es un payaso", se descubre una anciana que cambia cierto interés al principio y se cierra de plano cuando se le muestra el micrófono y la cámara.

Justo cuando parecía que había decidido aprovechar la victoria de Trump para compartir una opinión que lleva años recorriendo su circuito interno, un elegante anticuario del centro tradicional respira hondo y sacude la cabeza. "Gracias, no me interesa", dice antes de invitar al periodista a irse mientras vuelve a sus objetos de siglos pasados, más comprensibles.

Todo parece indicar que nadie sabía realmente si lo de Trump era una campaña de marketing o una electoral de verdad. Si lo de que aspiaraba al trono de EE UU era una noticia o un tráiler. Si en realidad importaba. La mañana transcurre distópica alternando el sol con nubes negras y rachas frías.

En el parque de Calvo Sotelo de Alicante, el músico madrileño Miguel Abarca, de 31 años, no se preocupa. Tiene clarísimo lo que ha pasado. "La gente vota por la risa, no se lo toma en serio. Es como lo del Chikilicuatre de Eurovisión. Al final, van a mandar quienes son más grandes que Trump". Se para. Se le pregunta quiénes. "¡Los masones! Jaja. Qué va. Los poderes económicos". Los poderes económicos. "No hay que preocuparse tanto", sonríe.

Una madre y su hija suben de Renfe hacia el barrio alicantino San Blas. La madre es de Guinea Ecuatorial, la joven es española. No quieren pararse a hablar, pero acceden a una pequeña persecución. En una respuesta que no dejaría dudas a un psicoanalista, la chica responde automáticamente "Apocalipsis" cuando se le pregunta qué piensa de Donald Trump.

Ramón Gomis, taxista alicantino de 44 años, tiene una idea algo triste en la cabeza, a la que quita hierro con una carcajada final. «Mi opinión es que la democracia ha fracasado. Así de claro». Pero cree que no hay nada de que preocuparse, porque el magnate no podrá ejecutar todo lo que ha prometido: «No le van a dejar, como tampoco dejaron al de Grecia. El sistema está hecho para que aunque pongas a un mono ahí siga funcionando».

Sorpresa

En el resto de ciudades de la provincia se respiraba una sensación parecida. En las comarcas de l’Alcoià, El Comtat y la Foia de Castalla, las encuestas callejeras captaban incredulidad y rechazo a partes iguales. La mayor parte no se explica por qué la gente se ha decantado por una persona que durante la campaña se ha distinguido por atacar a los inmigrantes, y que además ha recibido duras críticas de sexismo.

Ana María Maniac, vecina de Ibi, se pregunta que quizá el miedo a «votar a una mujer» haya pesado más que el estilo bronco de Trump. Pero Clinton tampoco era la solución más favorable. Parece que su oportunismo político y orientación hacia las élites liberales de la costa le ha pasado factura. Es lo que quiso apuntar Rafael González, también ibense. «Los estadounidenses han tenido que elegir entre lo malo y lo peor», se compadece. Es verdad que la representante del burro ni el del elefante despertaban ningún tipo de simpatía.

Desde Xábia, el joven Álvaro Monfort se da un minuto para pensar que a lo mejor nos falta información a los que vivimos en Europa. «La América profunda se ha comido a las ciudades. La victoria de Trump es un “Brexit” a la americana. Es una sorpresa porque quizás el resto del mundo no conocemos cómo es esa sociedad con la que ha conectado el candidato republicano», reflexiona. El gusto que le está cogiendo el mundo anglosajón al aislamiento en 2016 preocupa mucho al francés Marc Radalet, residente en Xábia. Teme contagio. Y Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, ha sido la primera en felicitar al próximo presidente. «Es un desastre. Primero fue el “brexit” y ahora Trump. Me preocupa que el efecto dominó continúe porque el próximo año hay elecciones en Francia. Me aterra esta deriva hacia la extrema derecha», apunta.

Sorpresa y un debate más técnico en la sede de la UMH en Orihuela. Más que del discurso del nuevo presidente y su contrincante, los futuros politólogos del grado de Ciencias Políticas conversaban sobre las miles de encuestas que auguraban la victoria de Clinton y las causas por las que esos pronósticos no se han cumplido.

Una madre y su hija subían de Renfe hacia el barrio alicantino de San Blas. La madre es de Guinea Ecuatorial, la joven es española. No quieren pararse a hablar, pero acceden a una pequeña persecución. En una respuesta que no dejaría dudas a un psicoanalista, la chica responde automáticamente «Apocalipsis» cuando se le pregunta qué piensa de Donald Trump.