Las elecciones americanas, el gran espectáculo de la política mundial, son también una estupenda maniobra de distracción para los problemas que afronta el Gobierno español, hoy mismo en plena batalla en Bruselas para evitar la congelación -que no precisamente recorte- de los fondos estructurales en 2017. La medida, correctivo ejemplar al incumplimiento de los objetivos de déficit que se aplicaría por primera vez en la historia de la UE, a España y Portugal, se ve como algo casi inevitable en el seno de la Comisión que preside Juncker. Para intentar calmar los ánimos el ministro de Economía, Luis de Guindos, ha prometido 5.500 millones de euros de recortes en los presupuestos de 2017. Tal vez una victoria de Clinton animaría a Juncker y a los suyos a ser más condescendientes con los dos países ibéricos. Con Hillary en el poder se impulsaría el Tratado Trasantlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), que se negocia desde finales de 2011 y suprimiría el 99 por ciento de los aranceles entre ambos lados del océano. Ese gran sueño del liberalismo económico quedará en el aire si gana Trump. El candidato Republicano es contrario a abrir el mercado americano a los productos europeos, en cambio sí pretende fomentar las relaciones económicas con una Gran Bretaña que diseña su salida de la UE y tiende puentes a Estados Unidos y Canadá.

Europa también teme el nuevo papel que podría jugar Rusia, en caso de que Trump, buen amigo de Vladimir Putin, llegue a la Casa Blanca. Los acuerdos sobre el cambio climático también quedarían en el aire con un mandato de Trump, cuyas formas no parecen encajar demasiado bien con el delicado idioma "politiqués" que prima en los despachos de Bruselas. A España, como tal, un cambio de signo político en Estados Unidos no cambiaría demasiado el panorama. Los acuerdos sobre las bases de Morón y Rota no van a cambiar y tampoco la política migratoria, idéntica a la que Washington aplica al resto de estados europeos.

Si gana Hillary es probable que la primera cumbre con la UE llegue antes de la primavera. La exsecretaria de Estado necesita definir el papel de Estados en el mundo y en un escenario tan volátil como el actual, nada mejor que estrechar lazos con los vecinos de la vieja Europa.