­¿Qué cree que puede haber fallado para que se produzcan estos atentados?

Ningún país está libre del terrorismo aunque se extremen las medidas de seguridad. Pero además, éste no ha sido un ataque terrorista al uso; su dimensión, su simultaneidad, su impacto y su preparación excede con mucho de todos los anteriores. Francia, además, está en el ojo del huracán del terrorismo yihadista, porque ese país, y París en particular, tiene una enorme carga simbólica como una forma de vida.

¿Piensa que algo falla cuando personas que han nacido y crecido en Francia deciden actuar de una forma tan violenta contra esa misma sociedad?

Por un lado, Francia tiene una importante comunidad musulmana «rigorista», y además viene acumulando sectores sociales que son víctimas propicias del fundamentalismo, sobre todo en las barriadas periféricas de grandes ciudades. El radicalismo encuentra en estas zonas un caldo de cultivo, aunque el daño es sobre toda Europa, incluida la propia comunidad musulmana francesa, porque destruye la convivencia social y perjudica a personas que dan un ejemplo de tolerancia.

¿Existe alguna manera de abordar el problema?

Creo que el «pecado original» de todo esto es la desgraciada intervención en Irak, que inició una hoguera que ha incendiado Oriente Medio y no se ha apagado. Occidente ha tenido una política muy irresponsable en este sentido, y Francia ha actuado en ocasiones en solitario, cuando problemas de esta naturaleza requieren de intervenciones mucho más globales. Pienso que hay que trabajar seriamente por pacificar Oriente Medio, que es un polvorín para la seguridad internacional, pero es muy complejo de abordar por las dimensiones que ha adquirido.

¿Teme que pueda producirse una radicalización de la sociedad tras esto?

Sí, creo que se puede dar. Es más fácil que se radicalicen determinados planteamientos en personas que ya tienen una posición política de antemano. Ejemplos de ello son el Frente Nacional francés o los gobiernos de Polonia y Hungría. Pero además, temo que con esto se acrecenten recelos, rechazos y dificultades hacia las políticas de inmigración. No obstante, en España la sociedad dio una importante lección de madurez y civismo tras los atentados del 11 de marzo de 2004, y el Estado también dio un ejemplo de cómo responder ante algo así con la fuerza de la ley. No hubo una política regresiva aprovechando las circunstancias, ni actos de protesta masivos o problemas de integración, y creo que todo eso es una enorme lección. Eso sí, pienso que debería pensarse en lo que está ocurriendo para evitar que muchas personas se radicalicen, y también que las comunidades musulmanas deberían ser más activas en este sentido.

¿Cómo cree que afectará esto a las políticas de inmigración en Europa?

Los atentados van a propiciar una coartada a las políticas migratorias regresivas en Europa, máxime cuando países como Hungría o el Reino Unido ya han planteado aspectos en este sentido. Creo que esto llevará a un replanteamiento sobre la acogida y estancia de refugiados. La ruptura de los acuerdos alcanzados, que ya de por sí son escasos, va a multiplicar el problema.