Los seis meses de guerra civil en Libia no solo han causado muertos y destrucción, sino también profundas heridas psicológicas en civiles y combatientes que han sido testigos de las atrocidades del conflicto.

El hospital psiquiátrico de Nafsiya está en un remanso de paz en las afueras de Bengasi, capital de la rebelión, colapsada a diario por los continuos atascos.

La calma que reina en sus jardines exteriores contrasta con la actividad de su interior, donde las colas de pacientes son interminables para ser atendidos por un médico.

En un pasillo, una mujer vestida de negro y con un velo azul lanza una mirada perdida a un horizonte que no existe, con el ceño fruncido.

El director del hospital, el doctor Nayib al Said, un hombre afable y "veterano" del centro sanitario, explicó a Efe que la mayoría de los casos que llevan tratando desde el inicio de la revolución, iniciada el 17 de febrero pasado, son de estrés postraumático.

"Es gente que ha visto cosas horribles como familiares con brazos mutilados y muertos en la guerra, que desarrollan depresiones agudas o ataques de pánico, o las dos cosas a la vez", apuntó Al Said, en su sencillo despacho donde los pacientes no paraban de llamar a la puerta.

Al Said, que adopta una actitud paternal con los enfermos, reveló que en el hospital tienen en la actualidad unos trescientos pacientes, cuyo número no ha aumentado especialmente por el conflicto bélico.

Aun así, subrayó que "la guerra ha actuado como acelerador de enfermedades que ya estaban latentes en algunas personas, y que todavía no se habían manifestado, como la esquizofrenia".

Una planta más abajo de donde se encuentra el despacho del doctor Al Said se ubica la consulta de Bubakar Busheiba, un médico de 42 años que estuvo varias semanas en Misrata, una ciudad asediada durante meses por las fuerzas gadafistas.

"La mayor parte de los combatientes rebeldes que he tratado presentaban desórdenes psiquiátricos de tipo psicótico, con síntomas como alucinaciones", detalló Busheiba, mientras firmaba recetas.

Respecto a la población civil, Busheiba destacó que las mujeres y niños sufren, sobre todo, de estrés postraumático y los hombres de psicosis.

"Hay muchos casos de fobias como la fobia social -siguió el doctor-. También hay gente que tiene ataques de pánico cuando escucha el ruido de disparos y ve las noticias".

Pese al gran número de pacientes que espera en el exterior de su consulta, Busheiba se queja de que apenas tiene medicamentos para tratarlos y de que faltan especialistas en psicoterapia.

"Así no podemos dar un buen tratamiento médico", señaló Busheiba, de pelo canoso.

Además, el sistema sanitario de la Libia rebelde adolece de lo que está siendo el principal problema para las autoridades revolucionarias en diversos campos: la falta de organización.

Sobre esa deficiencia del sistema, Al Said lamentó la inexistencia de estadísticas y de datos fiables para hacer un estudio serio.

"Hay una gran desorganización. Tenemos equipos que están trabajando sobre el terreno pero no disponemos de ninguna cifra oficial, así que no podemos elaborar programas para afrontar el problema", subrayó.

A ello se suma el hecho de que los casos de estrés postraumático están empezando a manifestarse ahora, seis meses después del comienzo de la rebelión, por lo que todavía no se ha hecho ningún estudio.

A pesar de estas dificultades, los libios, como sociedad, tienen un arma especial para prevenir los desórdenes psiquiátricos.

"Somos un pueblo hablador, hablamos mucho como mecanismo en las relaciones sociales y eso supone un alivio", señaló Al Said.

A su juicio, a los libios les gusta estar en la calle, "hay gente que pasa seis, siete, ocho horas en la plaza de los Juzgados o de la Liberación, es su manera de expresar sus sentimientos, allí insultan a (Muamar el) Gadafi y a sus hijos para dar rienda a su frustración".

Y también está la religión, que, según Al Said, ofrece esperanza a los fieles, aunque matizó que, en el caso de las mujeres, sus creencias y la tradición les llevan a no hablar con los especialistas cuando han sufrido abusos sexuales.

Manifestándose en la calle, refugiándose en la religión o a través de los médicos, a los libios les toca ahora cerrar las heridas más profundas de la guerra.