Los lorquinos continúan hoy deambulando por una ciudad con el 80 por ciento de los edificios dañados, y tomada por centenares de efectivos de emergencias de todo el país que ayudan a unos ciudadanos deseosos de rehacer sus vidas y regresar a sus viviendas.

Cinco campamentos se han instalado en Lorca para acoger a miles de personas pendientes de que el Ayuntamiento les permita regresar a sus casas, si estas no tienen daños estructurales, pero son muchas las que tienen en la puerta el punto de color amarillo pintado por los técnicos que indica que está dañada y pueden entrar a llevarse sus pertenencias.

La escena habitual es ver grupos de personas caminar paseando y cargando con sus maletas, con la mirada perdida o buscando alguna señal de calma, ya que el temor a un nuevo temblor permanece en muchos de los habitantes que desde ayer han sentido varias réplicas del terremoto de magnitud 5,1 de la escala Richter.

Varios dirigentes políticos se han acercado al principal punto de atención a los afectados, situado en el recinto ferial de Santa Quiteria, para interesarse por los afectados y conocer de primera mano las labores en la gestión de esta catástrofe, en la que intervienen efectivos de todas las administraciones.

El vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba; la ministra de Defensa, Carme Chacón; el líder del PP, Mariano Rajoy, o el coordinador general de IU, Cayo Lara, junto al presidente autonómico, Ramón Luis Valcárcel, han sido algunos de los dirigentes políticos que se han acercado hoy a Lorca, que mañana despedirá a sus fallecidos en un funeral al que asistirán los Príncipes de Asturias.

A escasos metros del centro de mando, el principal campamento de atención a los afectados ha registrado durante toda la jornada un continuo trasiego de ambulancias, vehículos de emergencias y vecinos de esta localidad murciana, que se quejan de la falta de información sobre el estado de sus viviendas.

Según han contado a EFE Óscar, de Bolivia, y Matilda, de Ecuador, después de pasar la noche a la intemperie huyendo de sus domicilios, "nadie" les ha dicho "nada" sobre el estado de sus residencias, aunque saben que una situación así es "excepcional" y que, por tanto, toca "tener paciencia" y resignarse hasta poder ver el indicativo verde sobre sus fachadas, lo que les permitirá recobrar parte de sus vidas.

Prácticamente la totalidad de los locales comerciales, bares y establecimientos de la ciudad se encuentran cerrados, excepto un quiosco-bar que permaneció abierto en las cercanías de Santa Quiteria, así como una tienda de ultramarinos, cuyos propietarios habían abierto con la intención de recoger los productos que el temblor había amontonado en el suelo del local, pero que finalmente no paró de atender a la clientela que pedía comida y agua, porque no había otro lugar en varios metros a la redonda.

Cientos de lorquinos han salido de la ciudad para refugiarse en las viviendas de algún familiar o amigo, y se aprecian colonias de inmigrantes como la de ecuatorianos -de unas 10.000 personas censadas-, que suponen un importante volumen de los alojados en los campamentos. Los residentes de ese país llaman cariñosamente a la ciudad "lorquito".

La nave con muros de hormigón que finalmente se ha convertido en sala de prensa sin mesas, y una de cuyas tapias, de 15 metros de longitud, quedó completamente destruida por el temblor, está anexa al pabellón cubierto del recinto ferial en el que se oficiará el funeral por las víctimas del terremoto.

En esta nave inhóspita se han colado por un boquete decenas de gorriones que revolotean y pían mientras a escasos metros las familias de las víctimas, apoyadas por un equipo de psicólogos, lloran a sus muertos al aire libre, entre los ruidos de generadores eléctricos y tiendas de campaña de Cruz Roja.

El Gobierno de Murcia ha habilitado el teléfono 900 12 12 12 para informar a familiares de enfermos ingresados en los hospitales, y ha recibido decenas de llamadas de las embajadas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Finlandia, Filipinas, Rumanía y Perú interesándose por sus compatriotas.