Las revueltas en Egipto han generado estampas insólitas, como tanques frente a las Pirámides de Guiza o calles desiertas en el bullicioso zoco de Jan el Jalili, y el éxodo de turistas hace temblar al país por la zozobra de un sector clave para la economía.

A los miles de turistas que han abandonado Egipto en las últimas horas se les unirán hoy los últimos turistas españoles que, según la Embajada de España en El Cairo, continúan en este país.

El recinto que alberga las Pirámides permanece cerrado a cal y canto desde el pasado viernes, cuando se recrudecieron los disturbios, y cuenta con la disuasoria presencia de varios tanques a su alrededor y un amplio despliegue militar.

Los uniformados no permiten siquiera detenerse a los vehículos frente a las Pirámides, el principal destino turístico de la capital egipcia.

Otro de los grandes iconos de El Cairo, el Museo Egipcio, no sólo mantiene cerradas sus puertas, sino que además sufrió el pillaje de grupos de incontrolados en la noche del viernes, hasta que los mismos ciudadanos montaron un cordón humano en torno al lugar para evitar los actos de vandalismo.

Igual de inusual es la situación en el bazar Jan el Jalili, por donde hoy sólo se atrevieron a adentrarse unos pocos turistas que reconocían no tener muchas alternativas más allá de quedarse en el país.

"En el fondo de mi corazón, estoy muy asustado. Pero no tengo elección, ya que no puedo volver a casa porque no hay vuelos, así que intento sacar el máximo de los días que me quedan", señaló a Efe el malayo Lokman Mahmud, que se encuentra de visita estos días en El Cairo junto a sus hijos.

Mientras, el jubilado finlandés Olle Hekkila prefería tomárselo con humor y reconocía entre risas haber ocultado a su amigo y compañero de viaje Antti Huidh que la Embajada finlandesa tiene previsto fletar un avión para evacuar a sus nacionales.

"Todavía no sabe que nos quedamos...", dijo señalando a su amigo, para añadir, más en serio, que los destrozos en lugares como el Museo Egipcio son "terribles" y que la situación es muy complicada.

En las calles del zoco, los malayos y los finlandeses aportaban la única nota discordante de Jan el Jalili, donde apenas abrieron los comercios de alimentación y algunas joyerías, mientras sus propietarios conversaban en corros sobre las últimas noticias acerca de la crisis política en el país.

La guía egipcia Nesam Husein reconoció que ha tenido "decenas de cancelaciones", algo que, según ella, resulta catastrófico para su país "porque nuestra economía depende del turismo".

Mientras, la Embajada española anunció que está previsto que los turistas españoles que quedan en Egipto abandonen hoy el país en seis vuelos, dos operados por la aerolínea de bandera egipcia Egyptair, otro de Iberia y otros tres chárter.

El embajador español en la capital egipcia, Fidel Sendagorta, informó a un grupo de periodistas de que un representante de la Legación está ejerciendo de enlace en el aeropuerto, y de que varias empresas españolas han enviado a España su personal no esencial.

Una de las quejas más repetidas entre los comerciantes egipcios es la ausencia de vigilancia por parte de la policía, que salió de las calles el pasado viernes tras protagonizar la represión de las revueltas, y que, pese a que ayer se anunció su regreso, hoy todavía no patrullaba por Jan el Jalili.

"Esperamos que pasen dos semanas como mucho, y que todo vuelva a la normalidad, con los policías en las calles", aseguró en un precario español Aisan Ezet, dependiente de la tienda de recuerdos "Antonio Banderas".

Una opinión similar defendía el dueño de Papyros Museum, Ahmed Mustafa, que abrió su tienda "para protegerla de los criminales", aunque hoy, cerca de la hora del toque de queda, no había recibido aún clientes y ayer tan sólo a una decena.

"Esa gente no quiere cambiar el régimen, quiere robar. Estamos perdiendo mucho dinero en todo el país", consideró Mustafa, quien también mostró sus dudas acerca de las revueltas que quieren acabar con el presidente egipcio, Hosni Mubarak: "No es un problema político; pueden decir lo que quieran, pero no atracar".

En cualquier caso, todas las voces coinciden en una única conclusión: de prolongarse la situación, las pérdidas para el sector turístico pueden hundir a un negocio que ya ha sido duramente castigado en los últimos años por la crisis económica global.