Al grito de "¡Agua!" los miles de asistentes a la cremà de los monumentos repartidos por la ciudad reclamaron a los Bomberos que les refrescaran con sus mangueras en uno de los momentos más populares y divertidos de la noche. Jóvenes y no tan jóvenes acabaron calados hasta los huesos durante la banyà. Un remojón necesario para aplacar el calor que generan al arder los monumentos y que dispara las temperaturas en el entorno hasta hacerlas prácticamente insoportables. La tradicional banyà se extendió desde la Hoguera Oficial al resto de monumentos de la ciudad, exceptuando el caso de San Blas Alto, donde la Cremà se llevó a cabo con total sobriedad en señal de luto por la muerte del niño de 9 años a consecuencia de un petardo.