Lo que pudo ser una jornada para el recuerdo del oscuro paso por Segunda División B del Hércules quedó simplemente en otra borrón con estrépito. No por el buen hacer del resto de rivales por el play-off de ascenso (que volvieron a tropezar, a excepción del Ebro de David Mainz), sino por la imposibilidad de ganar de los blanquiazules.

Los condicionantes acompañaron al Hércules desde buena mañana: buen tiempo, viaje agradable y cercano y, sobre todo, una marea de 300 fieles inquebrantables a los que el arreón final del partido ante el Lleida espoleó para llenar el modesto El Clariano de Ontinyent. Pero ni por ésas. Volvieron de vacío y pidieron cuentas a un equipo que se acercó tímidamente a agradecer el apoyo. La afición apuntó al palco y coreó a Moha, al que pidió que se quedara otro año más.

Un esprint inexistente

De nada sirve hacer cábalas si tú no ganas. El Hércules estaría a día de hoy empatado a puntos con el cuarto puesto que ocupa el Cornellà si hubiera ganado ante el Lleida y ante el Ontinyent. Hace ocho días el equipo tuvo al menos un impulso en los últimos diez minutos, pero ayer en El Clariano no logró disparar ni una sola vez a puerta. Tampoco lo intentó fuera de ella, sólo un inocuo remate en escorzo de David Torres.

Un palco VIP

La plana mayor del Hércules estuvo presente en el fiasco: Quique Hernández, Ramírez, Portillo, Botella, Parodi. Pero también mucha gente del mundillo; los franjiverdes Pacheta y Cordero, Dani Barroso, el entrenador Toni Aparicio, el exfutbolista che Fernando Gómez Colomer e incluso el exalcalde Echávarri. Todos vieron el punto final de este Hércules 17/18.