Mayo de 1983. Suena el teléfono en el domicilio de José Rico Pérez, en la céntrica avenida de Alfonso el Sabio. «Pepe, se ha muerto mi marido», le dice la ya viuda de Martínez Valero al todavía presidente del Hércules. Pero la trágica noticia viene acompañada de una petición inimaginable: «Quiero que el páter Parreño (cura oficial e incluso directivo del Hércules) haga la misa». Rico Pérez, atónito, le contesta: «Eso es una locura, os van a matar a vosotros en Elche y a mí aquí». Al final, y tras mediar con el gobernador civil, el sepelio lo ofició el páter; eso sí, acompañado del sacerdote de la Basílica de Santa María de Elche y el del equipo franjiverde.

Esta anécdota resume a la perfección quién fue José Rico Pérez (Daya Nueva, 13-III-1918), el presidente más laureado de la historia del Hércules. Querido hasta por su homólogo del club rival, con quien había tejido una fantástica amistad a base de compartir palcos en los estadios y cafés fuera de ellos. Andrés Rico, hijo del exmandatario blanquiazul, recuerda que el funeral de Martínez Valero lo presidía una corona enorme del Hércules. «Mi padre era así, había nacido en la Vega Baja y era hijo de la provincia, siempre apostó por que el Hércules fuera el club de la provincia y no sólo de Alicante capital».

De Daya Nueva pronto se marchó a San Vicente del Raspeig por quedarse huérfano de padre y madre. Allí lo acogió su hermana mayor Josefa, pero pronto lo adoptaría el iaio Andrés, un contratista de obras de San Vicente que le enseñó el oficio. Primero, albañil; luego, oficial. «Fue el típico ejemplo de hombre hecho a sí mismo», recuerda su hijo.

Demócrata y republicano

Con 18 años, en 1936, estalló la Guerra Civil y se marchó voluntario con el bando republicano. Combatió en la Batalla de Madrid, entró un batallón en la Casa de Campo y salió apenas un camión. «Me salvé porque mis compañeros decían: 'Hay que proteger al chiquillo'», le confesaba Rico Pérez a su familia. Perdió la Guerra y estuvo preso en el campo de concentración de Albatera y en la construcción del Valle de los Caídos. Allí, una carambola le mantuvo con vida. «¿Alguien entiende de planos?», pronunció un alto mando de los sublevados. «Yo los sé interpretar», contestó Rico Pérez. «Fue un profundo demócrata y republicano», cuenta su hijo.

A su vuelta, continuó trabajando con el iaio Andrés. Participó en la creación de la subestación eléctrica de San Vicente y después, con Hidroelétrica, en la construcción de presas y producción de energía eléctrica. Después, ya se afincó en Alicante, en la calle Maestro Caballero, y comenzó a trabajar como promotor y constructor.

En la Isomoto a Bardín

Herculano desde antes del estallido de la Guerra, tras su vuelta a Alicante se convirtió en asiduo de Bardín, estadio al que iba con la Isomoto y su hijo de paquete. Su amistad con Martínez Serrano, presidente de la Peña Herculana, le llevó a ser vicepresidente de la misma. Y de ahí saltó a la presidencia del Hércules en 1971. Sustituía así a Tomás Tarruella y heredaba un equipo recién ascendido a Segunda División tras un par de años en el inframundo de Tercera.

Ascenso, estadio y cerca de Europa

Bajo su presidencia, el Hércules recuperó la escritura de los terrenos donde se ubicaba el campo de La Viña y adquirió unas parcelas junto al Castillo de San Fernando, donde se construiría el nuevo estadio. Fue inaugurado el 3 de agosto de 1974 con su propio nombre porque así lo había decidido la asamblea herculana días atrás.

El Rico Pérez abría sus puertas, por tanto, con el equipo en Primera División, categoría a la que llegó de la mano del técnico Arsenio Iglesias, con quien formó un tándem vital para la época dorada del club, que encadenó ocho temporadas consecutivas en Primera y que rozó competir en Europa con la punta de los dedos.

Durante sus casi quince años al frente del Hércules, Rico Pérez hizo del club una familia. Tanto, que ofrecía su finca para celebrar las célebres parrilladas que demandaban los argentinos del equipo para unir a la plantilla. «Doña Maruja, aquí le traemos el buey», le decían Giuliano, Saccardi, Charles y compañía a la mujer de Rico Pérez, una madre para todos ellos.

Con el Hércules en la élite, se codeó con los mandamases del fútbol y consiguió un respeto que todavía conserva a nivel nacional el club, pese a tanto revés reciente. Amigo de Santiago Bernabéu y de José Luis Núñez; a este último le llevaba una hoja con los jugadores culés que pretendía Arsenio para el Hércules. El presidente blaugrana descolgaba el teléfono y llamaba a su entrenador: «Sube, que está aquí don José, a ver si le podemos dar algo». Y siempre regresaba a Alicante con algún futbolista.

Su buen hacer al frente del Hércules le llevó a la puertas de la vicepresidencia de la Federación, en una candidatura junto a Pablo Porta y Joan Gaspart. Pero terminó negándose. «Puede que se asustara, él nunca pensó que iba a llegar tan lejos», recuerda su hijo. Por entonces, Rico Pérez ya era un brazo fuerte en el fútbol español y había conseguido la financiación necesaria para que Alicante fuera sede del Mundial del 82 y se aumentara la capacidad del estadio. Todo un hito para la ciudad, a pesar de que la vecina Valencia también fuera a acoger la cita mundialista.

El 23-F le privó de ver al Rey

El 22 de febrero de 1981 el Hércules caía 1-0 en el Calderón y el club alicantino, con Rico Pérez a la cabeza, había concertado una visita al Rey Juan Carlos tras el encuentro. Sin embargo, el golpe de Estado del día siguiente disipó cualquier posibilidad de emparentar al Hércules con la realeza. «Se había hecho un traje para ver al Rey, pero no lo pudo estrenar», recuerda entre risas su hijo.

En 1984 dejó el Hércules, pero le dejó como legado el estadio, que años más tarde salvó al club de una muerte segura.

Después continuó trabajando en su empresa Proalco. «Él estuvo orgulloso de todo lo que había conseguido en el Hércules», asegura su primogénito. En 2010 fallecía con su Hércules recién ascendido a Primera, la categoría donde Rico Pérez hizo habitual al Hércules. Que alguna vez llegue otro como él.