El derbi alicantino no sólo fue de Segunda División B sobre el terreno de juego. Un fallo en el sistema operativo que expide habitualmente las entradas para los partidos provocó ayer que el Hércules tuviera que ingeniárselas para dar abasto al gran número de aficionados que acudieron a última hora a comprar su localidad a las taquillas del Rico Pérez.

El resultado: entradas escritas manualmente a bolígrafo sólo validadas por el sello del club. Un hecho insólito en este tipo de partidos que concitan la máxima expectación y atención mediática; también nacional. No obstante, la entidad blanquiazul negó al término del partido cualquier maniobra oculta en el incidente.

El partido quedó condicionado muy pronto por un miedo a perder que pesó mucho más que la imperiosa necesidad de romper dos rachas que comienzan a convertirse en preocupantes. La afición puso la emoción en un partido que, como casi todo derbi, derrumbó el castillo de ilusiones previamente generadas.

Alrededor de 15.000 espectadores acudieron a un choque que comenzó dos horas antes de las 18.00 horas oficiales. En torno a las cuatro de la tarde unas trescientas personas arroparon al Hércules a su llegada en autobús al estadio desde su concentración (la primera del curso) en el hotel NH Alicante. Con el café en la garganta y la bufanda al cuello, los fieles blanquiazules no fallaron y tiñeron de color y de calor un «clásico» alicantino que tras los noventa minutos no terminó de satisfacer a ninguno.

Habían pasado más de cinco desde la última vez que el Elche no visitaba el Rico Pérez en competición liguera y el hambre de derbi se palpaba en la ciudad. Casi al mismo tiempo que los jugadores del Hércules accedían por la puerta 0 del estadio al son del himno del club y algún que otro recuerdo al vecino, llegaba un buen grueso de seguidores a la estación de Renfe, entre grandes medidas de seguridad. En total, alrededor de un millar de seguidores franjiverdes poblaron la parte central de la grada del Mundial en un duelo en el que regresaron también la grada de animación del Rico Pérez, la Curva Sur, una vez superados los inconvenientes que les impedían acceder al estadio con sus pancartas y el resto de material.

«Al menos que le pongan las mismas ganas que en el partido de Copa del Rey», pedía uno de los aficionados blanquiazules que esperaba la llegada del equipo. «Aunque con mejor resultado», salía al paso su compañero. La grada sopló con fuerza en los prolegómenos; se volvió a cantar el himno de Alicante (con letra incluida en el marcador para los más despistados) y también el del Hércules. El resultado no fue tan atronador como el del partido del play-off contra el Cádiz de hace año y medio; aunque toda ayuda es siempre bienvenida en el Rico Pérez. Máxime tras el gélido partido contra el Ontinyent en el que sólo 2.000 valientes desafiaron al frío y a los elementos.

El enigma de las colas

Quizá sea el Hércules el único campo de los 80 de la Segunda División B que tenga colas en la taquillas a falta de cinco minutos para empezar los partidos. Procrastinar, el hecho de dejar todo a última hora, quizá sea también algo cada vez más habitual en el aficionado futbolero alicantino. Ayer, las taquillas del Rico Pérez volvieron a registrar unas más que destacables colas cuando el balón estaba a punto de rodar. Al trabajo extra contra reloj de los trabajadores del club, se sumó el fallo del sistema que inquietó más de la cuenta a algunos aficionados que, por otra parte, tuvieron toda una semana la opción de adquirir localidades para el derbi.

Cras conocidas en la grada

Poca gente del mundo del fútbol quiso perderse el derbi alicantino. El exherculano Manolo Alfaro, cuyo nombre siempre apuntan los aficionados como candidato al banquillo, se acercó a ver al club de su corazón; pero también lo hicieron Quique Pina, el portero Toño y Mantecón, con pasado en ambos clubes. Una de las sorpresas fue ver al extécnico blanquiazul Pacheta, que ha terminado su etapa como entrenador en Tailandia. «En su despido decían que el equipo no jugaba a nada, no sé si ahora lo hacemos», se aventuraba a decir uno de los aficionados en la puerta cero. También se dejó ver Enrique Ortiz, que entró al vestuario tras el partido y se fundió en un caluroso abrazo con el visitante Nino.