El 3-1 firmado por el Hércules ante el Aragón dejó más sombras que luces y es evidente que el equipo de Siviero necesita un referente en el centro del campo que, por unas cosas u otras, no ha encontrado en Pepelu, Miñano, Checa, ni Nacho Navarrete. El miedo, la ansiedad y los nervios volvieron a aparecer en el equipo alicantino cuando tenía ante sí un panorama casi idílico: 1-0 a favor al descanso ante el colista en el Rico Pérez. ¿Qué más se puede pedir? Lejos de salir del vestuario pisando el acelerador para darse un baño de autoestima, el Hércules se diluyó como un azucarillo y las piernas de varios jugadores empezaron a temblar de manera incomprensible.

Y esta película la tenemos todos muy vívida en la retina porque el año pasado se repitió una y otra vez. Este Hércules necesita, entre otras cosas, un mediocentro de nivel y jerarquía que sepa cuándo parar el partido, cuándo acelerarlo y cuándo meter la pierna. Siviero apostó de nuevo ante el endeble Aragón por Pepelu/Miñano, su pareja más ofensiva, pero ambos naufragaron. Tienen buen criterio, pero no se imponen ni mandan.

Hay muchas expectativas puestas en el levantinista Pepelu, pero a sus 19 años parece que le viene grande la empresa. Su buen desplazamiento de balón no es suficiente porque a la hora de contener se le ven las costuras. El caso de Miñano es similar, aunque en principio no debiera quedar eximido de las tareas destructivas. El alicantino sigue sin dar el paso al frente que se espera de él y, ante el Aragón, incurrió en dos pérdidas de balón flagrantes que pudieron tener consecuencias nefastas. Perdió la confianza con los primeros pitos y después pasó desapercibido.

También son examinados con lupa los defensivos Nacho Navarrete y Checa. El primero, llegado este verano procedente del Granada B, no termina de definirse ni tiene peso en los partidos. «Muerde» menos que Checa y en la construcción aporta igual de poco. Por último, el caso del sevillano es difícil de entender. En verano comunicó al club que si no entraba en los planes de Siviero podía marcharse al Mérida, pero Portillo le retuvo. Ahora se encuentra con lo que temía: que es el cuarto pivote. El técnico argentino ni siquiera le convoca para jugar en el Rico Pérez por sus limitadas dotes organizadoras y hasta el momento sólo ha sido utilizado en «ratoneras» como las de Cornellà. Pero yo al menos empiezo a pensar que su pierna fuerte y agresividad le vendría a este Hércules tan falto de carácter del centro del campo hacia atrás.

El foco está puesto en el centro del campo, pero el rendimiento de los centrales también deja mucho que desear. Especialmente llamativas son las lagunas del alicantino Samuel Llorca, que tiene por norma no marcar a su oponente en los saques de esquina. Gonzalo Verdú marcó con el Elche en el Rico Pérez y Torras hizo lo propio el domingo con el Aragón. Y ambos se adelantaron también a Samuel en anteriores oportunidades. Siviero se tira de los pelos y achaca estas acciones a una pérdida de confianza que a mí personalmente no me entra en la cabeza. Su socio Mikel Santamaría parece haberse contagiado de esta dinámica y contra el Aragón cometió dos errores infantiles que pudieron costar caro. El tercero en discordia, Pol Bueso, está a las puertas de reaparecer tras una lesión muscular y el cuarto, Adrià Vilanova, sigue inédito.