Contaba Ángel Cappa en su libro La intimidad del fútbol que Menotti, en la víspera de un partido de Huracán en los años 70, se dio cuenta de que René Houseman, uno de sus jugadores estrella, no estaba en el hotel.

El técnico saltó como un resorte al recibir la noticia y se fue en busca de su pupilo al barrio donde creció. Al llegar se topó con el habitual partido del potrero, cuna de la gambeta y el taquito, pero Houseman no estaba jugando.

El Flaco respiró aliviado, pero miró al improvisado banquillo y allí lo encontró sentado.

«¿Qué hace aquí?», le espetó.

«¿No ve cómo juega el 11, míster?», le contestó Houseman, creyendo que le preguntaba por su suplencia en la pachanga y no por su fuga de la concentración.

Precisamente en los potreros cercanos al estadio de Huracán, en el bonaerense barrio de Parque Patricios, brilló una década atrás un español de ojos claros, firme tupé y elegante gusto por el balón. Le llamaban Varelita.

Aquel chico que se divertía colando el balón entre las piernas de los rivales era José Varela Martínez, un coruñés que había llegado a Argentina de niño con su familia en busca de una vida mejor.

Pronto despuntó con la pelota en un equipo de baby fútbol (nuestro fútbol sala) y de ahí pasó a las categorías inferiores de San Lorenzo de Almagro.

Como cuervo compartió vestuario con jugadores de talla internacional como Glaría o el portero D'Alessandro.

En la 69-70, el destino quiso que fichase por Huracán, club de su corazón y máximo rival de San Lorenzo, en una operación que le permitió jugar junto a Rendo (su ídolo de juventud), Brindisi o Babington.

Con el equipo del globito debutó en Primera División y le llegó la posibilidad de volver a cruzar el charco. Primero insistió el Valladolid y después el Málaga, que fue quien se hizo con sus servicios.

Regreso a España

Varela llegó al club de La Rosaleda en la 70-71 junto con su compañero Vilanova, donde les esperaba su compatriota Viberti, que rápido se había erigido como ídolo del club.

La triple V, como fueron conocidos estos argentinos, causaron sensación en la capital de la Costa del Sol por su exotismo y el éxito que trajeron al club, que encadenó cinco años en 1ª, la mejor marca del Málaga hasta el siglo XXI.

Varela debutó en la máxima categoría del fútbol español ante el Real Madrid, en una derrota por 0-2 donde uno de los goles lo marcó Manolín Bueno, el eterno suplente de Gento.

Aquella campaña el húngaro Kalmar -de quien Kubala dijo que era el mejor entrenador de Europa- no contó demasiado con él, y en la 71-72 marchó cedido al Racing de Santander, en 2ª.

Había firmado un contrato de dos años con el equipo malagueño y en el verano de 1972 quedó libre. Fue entonces cuando volvió a entrar en escena el entrenador Jeno Kalmar, que acababa de ser presentado como nuevo técnico del Hércules.

Pese a no haber sido un habitual en el Málaga, Varela no dudó en aceptar el ofrecimiento de jugar en el club alicantino que le había hecho el magiar.

Estampó su firma bien avanzado el verano, concretamente el 18 de agosto, y se le presentó como "el argentino Varela", un interior técnico, con buena movilidad en la zona ancha.

La primera ocasión en la que defendió la camiseta herculana fue en un insípido amistoso en Ibiza a finales de mes.

No obstante, su debut oficial fue un buen miura: una derrota en Altabix en la que el técnico húngaro le puso de nueve.

El curso mejoró, Varela se hizo indiscutible en la medular y hasta se animó con dos goles (al Ceuta en Copa y al Córdoba en Liga), algo inusual en él, que, como muchos de la escuela argentina, disfrutaba más asistiendo que disparando a puerta.

Su nombre comenzó a resonar por el país y, habiendo confirmado que era español de pura cepa, el seleccionador nacional Kubala se interesó por él. Los informes que tenía de su compatriota Kalmar eran inmejorables y, pese a tratarse de un jugador de 2ª división, decidió visitar La Viña para verlo en directo. Aquel partido de marzo de 1973, que tuvo como rival al Nàstic de Tarragona, resultó ser un tedioso cero a cero.

El curso acabó con el Hércules noveno en Liga y la directiva cambió de entrenador para la siguiente campaña.

Llegó Arsenio Iglesias, que acababa de descender con el Deportivo de la Coruña a 2ª, tras haberlo ascendido unos años atrás.

Varela, con el diez a la espalda, fue indiscutible en la medular del entrenador gallego durante la gloriosa campaña 73-74, en la que jugó 41 partidos, sólo superado por Rivera.

El 26 de mayo de 1974 lograba el ansiado ascenso a 1ª tras una trabajada victoria en El Sadar.

El fotógrafo Arjones le inmortalizó para la historia de oro del club al acompañar al peregrino Humberto, que abandonaba el estadio navarro de rodillas.

Además, tuvo el honor de disputar el último partido de La Viña y de inaugurar el Rico Pérez durante el verano de 1974. Fue, sin duda, su mejor año como profesional y se ganó la renovación a pulso. Amplió su contrato por un año más, en una época donde todavía no proliferaban los representantes.

Inexplicable fin

La ansiada temporada 74-75 no comenzó del todo bien para un Varela que con 26 años estaba en el cénit de su carrera. Tuvo que pasar por quirófano para paliar un dolor en el pubis y no reapareció hasta enero en una gran victoria en el feudo del Elche, vital porque el Hércules llevaba un mes sin conocer la victoria.

No obstante, poco duraría la confianza de Arsenio en él, pues tras un partido más ante el Murcia, no volvió a aparecer hasta un mes después, en un choque copera donde fue clave.

Acto seguido jugó los noventa minutos en un fantástico empate a cero en el Camp Nou, pero a partir de marzo no jugó más.

Tras un partido en Córdoba, el Hércules había hecho escala en Madrid para viajar a Zaragoza, su próximo rival, y Arsenio mandó a Varela a Alicante para convocar a otro jugador.

Fue una de las gotas que terminaron por colmar el vaso de su paciencia y se enfrentó al entrenador de Arteixo porque no entendía el ostracismo al que le había relegado tras su buen papel el año anterior.

Varela sólo jugó siete partidos aquella temporada, en los que curiosamente no cosechó ni una sola derrota.

El Hércules, de la mano de Arsenio, hizo la mejor campaña de su historia al terminar en 5ª posición, pero por el camino dejó a Varela de mala manera, que acabó su carrera con sólo 29 años tras jugar en el Marbella y el Logroñés, en 3ª división.

Tras su retirada fue representante de ropa y se afincó en Alicante con su mujer Puri y sus hijos Sergio y Alejandro.

Con la conciencia tranquila de no haber hecho mal a nadie, ni en el fútbol ni en la vida, presume de nietos deportistas y a sus 68 años todavía se viste de corto cada lunes para tirar un par de caños y volver a ser, por un rato, Varelita.