"Nadie se baja de este barco", proclamó con énfasis el apoderado del Hércules Juan Carlos Ramírez el pasado lunes en ese paripé con foto de familia en el que también aseguró que Luis García Tevenet sería el entrenador durante lo que quedaba de temporada y la próxima, «salvo hecatombe».

Menos de una semana después, el técnico sevillano ya es historia en el club después de otro mediocre partido ante el Hospitalet que alarga su pésima racha en 2017 con cinco derrotas y un empate en los ocho últimos partidos. El barco del que hablaba Ramírez navega sin rumbo y directo a las rocas de su cuarta temporada consecutiva en el pozo de la Segunda B.

Y la «hecatombe» fue un pobre empate frente al conjunto catalán -en plaza de descenso-, que deja a los alicantinos a cinco puntos de la promoción de ascenso tras una jornada propicia para recortar distancias con los primeros clasificados. Varias semanas y muchos puntos perdidos después, Ramírez se ha tragado el sapo de sus palabras de defensa y ratificación de Tevenet.

No hay por dónde coger este desastre, siete días después de asegurar que no había en el mercado ningún entrenador de garantías dispuesto a coger las riendas del conjunto alicantino. Tampoco le ha funcionado a la directiva su estrategia de señalar a la plantilla directamente como «culpable al noventa por ciento» del descalabro de este equipo, incapaz de competir de tú a tú con los mejores del grupo y convertido en una medianía, en un cara o cruz, frente a cualquier rival.

No se dio ayer por aludido el vestuario con las arengas de Ramírez ni con el «me siento con muchas fuerzas» de Tevenet. Atenazado por los nervios y la impotencia y atascado desde la alineación con un exceso de centrocampistas sin profundidad ni llegada, el Hércules despachó otro partido insulso y anodino ante el Hospitalet.

Puede que el fútbol sea cruel en detalles como la lesión del portero Chema en su vuelta a la titularidad o en el cabezazo que falla Berrocal en el minuto 92 dentro del área pequeña, pero no hay excusas frente a tanta falta de autoridad en el juego, ni ante tan poco carácter y garra para evitar el desastre.

El estrafalario despido del técnico sevillano no sólo supone el fracaso de Tevenet y su plantilla, sino que también deja bajo mínimos el crédito de la directiva y su comisión deportiva.